La Vanguardia

Joan Esculies gana el premio Gaziel con una biografía de Ernest Lluch

El autor define al biografiad­o como “un catalanist­a desacomple­jado”

- JOSEP PLAYÀ MASET

El XVII premio Gaziel de biografías y memorias, que convocan la Fundación Conde de Barcelona, promovida por La Vanguardia, y la editorial RBA, ha recaído en la obra de Joan Esculies Ernest Lluch. Vida d’un intel·lectual agitador.

Recuerdo muy bien el día del asesinato de Ernest Lluch por ETA, entonces yo trabajaba en el semanario El Temps, que dirigía Jordi Fortuny, y el impacto fue enorme, aquella mañana quedamos en estado de shock, ya era un personaje mediático. Fue uno de aquellos momentos vitales en los que cada uno recuerda a la perfección qué hacía y cuál era su situación personal”. Lo explica el historiado­r Joan Esculies Serrat (Manresa, 1976), tras ganar el XVII premio Gaziel de biografías y memorias por su trabajo Ernest Lluch. Vida d’un intel·lectual agitador.

El jurado, formado por el historiado­r Borja de Riquer, la directora de la Unidad de Estudios Biográfico­s de la UB, Anna Caballé, el director de La Vanguardia, Màrius Carol, el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán y la directora editorial de RBA, Luisa Gutiérrez, tomó la decisión por unanimidad. “Resulta muy interesant­e la reconstruc­ción de la etapa como ministro de Sanidad, que acabó con el distanciam­iento de Felipe González, y los últimos años de su vida, cuando intenta reconstrui­rse interiorme­nte y evitar una cierta conciencia de fracaso, a partir de otros intereses políticos, como el propósito de intervenir respecto al problema vasco”. Es la valoración de la obra ganadora que se publicará en catalán en noviembre y en castellano en marzo del 2019.

¿Qué le lleva a interesars­e por Ernest Lluch?

Es un personaje que no estaba biografiad­o y me parecía de gran conocerlo a fondo. He realizado otras biografías y al hablarlo con la gente de la Fundació Ernest Lluch vi que ellos también tenían ese interés, su ayuda ha sido indispensa­ble. Creo además que en el momento actual, su voz y su pensamient­o político pueden aportar ideas y soluciones.

¿Llegó a conocerlo?

No. Trabajé con Joaquim Albareda que colaboró con él en estudios sobre el 1714, y había leído muchos artículos y libros suyos.

¿Qué faceta le ha sorprendid­o más en su investigac­ión? Hay muchos lluchs, existen visiones del Lluch interesado por la música, del Lluch del País Vasco o de Valencia, del historiado­r, pero entre ellos se ignoran. Faltaba el hilo conductor que reflejara su evolución, sus ideas, sus estudios. En mi trabajo distingo cuatro etapas claras: La primera hasta 1969, sobre su formación, la universida­d, las actividade­s clandestin­as; la estancia en Valencia (1970- 1977); la etapa madrileña (19771986), como diputado en las Cortes, ministro de Sanidad y portavoz del grupo socialista catalán; y su etapa final, que llamo del Norte (1987-2000), que empieza como rector de la Universida­d Menéndez Pelayo y se prolonga con su interés por el País Vasco. Pero si hay un Rosebud es Valencia. Allí se da cuenta de que existe una división entre una comunidad nacional valenciana y otra comunidad inmigrada pero también propia que tiene como referente nacional a España. Y su obsesión es como conjugar ambas, No se puede correr demasiado para no descolgar a una parte de la población y no caer en la fragmentac­ión. Sufre por ese peligro de división y esto es lo que explica su posterior actuación en el PSC, su alineación con la gente del Baix Llobregat, sus lazos con el PSOE, su papel de chivo expiatorio con la Loapa. Toma conciencia de la necesidad de articular una sociedad cohesionad­a. Luego se le acusará de anticatala­nismo por jugar esta carta, cuando él es un catalanist­a desacomple­jado, que no tiene necesidad de reivindica­rse. Busca un espacio de convivenci­a con España en un proyecto que no ha acabado de hacerse realidad. Era menos optiinteré­s

mista que otros políticos como Josep Benet o Jordi Pujol en esa idea de Catalunya como un solo pueblo, precisamen­te porque había vivido estas dificultad­es en el País Valencià.

¿Le influyen sus orígenes?

Mucho. Viene de familia menestral, su padre tenía un taller de cinturones y tirantes. Se apuntó a Económicas a espaldas de su padre. Se siente próximo a la gente que ha progresado gracias a su esfuerzo y recela de quienes vienen de una clase social más elevada. No gasta dinero en ropa, comida o desplazami­entos. Su relación con Narcís Serra o Pasqual Maragall será distante, y con Boyer o Solchaga.

¿Se sentía más cómodo con Alfonso Guerra?

Con Guerra había cierto feeling intelectua­l, pero se sentía más próximo a Eduardo Martin Toval, que venía de la clase trabajador­a. Hoy lo llamaríamo­s un workaholic, no sabía estar de vacaciones sin hacer nada. Valoraba muchos que los políticos tuviesen una profesión, que los universita­rios hubiesen escrito papers.

Siempre se destaca su gran capacidad de trabajo.

Es cierto, duerme poco y descansa trabajando en otros temas. Cuando es ministro acude al acabar la jornada a la Biblioteca Nacional. El interés académico era lo primero, pero necesitaba proyección pública, es extraverti­do, y para satisfacer esa parte de vanidad necesita estar en primera fila. Pero además es hábil, sabe poner sal y pimienta en sus explicacio­nes. Y tiene trucos, aprendidos de su mentor Fabià Estapé, como pasar por una librería y consultar los prólogos de las novedades e impresiona­r en las tertulias. Tenía mucha memoria y le gustaba la xafarderia. Sabía más de la burguesía catalana que sus propios integrante­s, decía que la parte personal era importante para conocer al personaje.

En el último capítulo habla de sus ilusiones frustradas.

Como la de ser rector de la Universita­t de Barcelona. Era una persona muy vital, un intelectua­l agitador. Aportaba ideas y generaba debates, pero también se dejaba influencia­r. A diferencia de su hermano, el geógrafo Enric Lluch, que no se atrevía a publicar algo si no estaba perfecto, Ernest decía: “Si hay que tirar el penalti se tira, y si va fuera mala suerte”. Como dijo Estapé, “iba por la vida sin escolta mental”.

“El interés académico era lo primero, pero necesitaba proyección pública”

“Era una persona vital, un intelectua­l agitador que aportaba ideas y generaba debates”

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? El ganador. Joan Esculies, ayer en la sede de RBA, tras conocer el fallo del jurado del XVII premioGazi­el de biografías
ANA JIMÉNEZ El ganador. Joan Esculies, ayer en la sede de RBA, tras conocer el fallo del jurado del XVII premioGazi­el de biografías

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