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Las protestas simultáneas de los taxistas de Barcelona y los tripulantes de cabina de Ryanair, y la necesidad de finalizar la estación de la Sagrera.
BARCELONA fue víctima ayer –y lo volverá a ser hoy– de la protesta de dos colectivos laborales por motivos distintos pero con una característica común: afectar al amovilidad de los ciudadanos.Se trata delos taxistas de la Ciudad Condal y de los tripulantes de cabina de Ryanair.
Seis asociaciones de taxistas han convocado la huelga de 48 horas –hasta el viernes a las 6 de la mañana– para protestar por la suspensión cautelar por el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya del reglamento del Área Metropolitana de Barcelona que regula las licencias VTC (alquiler de coches con conductor) que usan las plataformas Uber y Cabify. La decisión del TSJC obedece a un recurso presentado por el Ministerio de Fomento.
El sector se ha declarado en pie de guerra en defensa de una normativa que prevé una licencia VTC por cada 30 taxis como máximo, lo que supondría una importante reducción de vehículos Uber y Cabify en Barcelona. La alcaldesa Colau, también presidenta de la AMB, obviamente reiteró ayer su apoyo a la normativa que defienden los taxistas, cuyo seguimiento de la huelga fue total –incluso con taxistas venidos de otras ciudades de España–, por lo que resultó imposible encontrar un taxi en toda la ciudad. Además, y por vez primera, no se decretaron servicios mínimos, ni siquiera los llamados sociales como son algunos traslados hospitalarios. El sector denuncia competencia desleal, acusa al Gobierno de traidor y parece dispuesto a llegar hasta donde sea necesario.
En este sentido ayer amenazaron con bloquear hoy infraestructuras de Fomento, como el puerto o el aeropuerto, si el ministerio no rectifica y exigen que el Gobierno modifique la ley para dar cabida a la normativa de la AMB. Esa amenaza de sembrar hoy el caos en la ciudad y el área metropolitana “con una violencia extrema” es totalmente inaceptable y va mucho más allá del legítimo derecho a la huelga. Usar el chantaje como elemento de negociación no es de recibo. La violencia, agresiones y coacciones que ayer sufrieron chóferes y vehículos de Uber y Cabify por algunos grupos de taxistas, al punto de llevar a estas empresas a suspender temporalmente sus actividades, merecen la mayor condena y repulsa, así como las escenas de piquetes patrullando por las calles de Barcelona en busca de vehículos VTC.
Sabedores de la existencia de la huelga, los bar celo ne ses buscaron vías alternativas para desplazarse, así que los más afectados están siendo los turistas. Ayer, los visitantes procedentes de o con destino a El Prat tuvieron que hacer largas colas para coger el Aerobús, y también el metro a la terminal aeroportuaria registró un importante aumento de viajeros.
Hablando de aeropuertos, Ryanair fue la gran protagonista en El Prat y otros aeropuertos europeos por la huelga de 48 horas de su personal de cabina. Esta vez la tranquilidad fue la nota dominante en el aeropuerto, pues todos los viajeros afectados lo sabían días antes. Se cumplieron los servicios mínimos y sólo hubo un vuelo cancelado en Girona. Los huelguistas piden que se les aplique la legislación laboral española y no la irlandesa, lo que les impide cotizar a la Seguridad Social o asociarse sindicalmente. La reacción de Ryanair, anunciando más de 300 despidos en Irlanda, no augura una pronta solución del conflicto.
A la espera de qué acciones puedan desarrollar hoy los taxistas de Barcelona, insistimos en nuestro total rechazo a cualquier actuación violenta o coercitiva que les quita toda autoridad moral para defender ante la ciudadanía sus legítimas demandas.