Cuando todo arde, aún queda el club náutico
En la fatídica noche del lunes, el Club Náutico de Mati se convirtió en el último refugio de los desesperados. Cerca de quinientas personas llegadas de casas y hoteles cercanos se parapetaron en su rompeolas, aprovechando el cordón sanitario creado por el embarcadero, los campos de voleibol y baloncesto y el parque infantil. Pese a lo cual, en boca de Yorgos –un empleado– “era como si el incendio nos ametrallara desde cada vez más cerca y nos fuera a asfixiar”. Asimismo, decenas de conductores encajaban sus coches allí donde podían. Aun así, Yorgos calcula que “cincuenta miembros han perdido la casa”. “El héroe fue Kostas”, añade María, en favor de otro discreto empleado, tan veterano como fornido. “Se desvivió con cubos de agua para salvar las embarcaciones pese al calor y el humo que tapaba el club”, explica, mientras señala la roca en la que pasó “nueve horas sentada con los pies en el agua”. A su alrededor, “muchos lloraban” –no solo niños en bañador– “y otros mandaban mensajes de despedida”. La mayoría “cubriéndose la cara con la camiseta mojada” frente a las vaharadas. Las llamas se acercaron hasta carbonizar una sombrilla de madera y varios apartamentos de la playa de al lado. Cuando lo peor había pasado, muchos cayeron rendidos en el césped o en sillas y tumbonas con derecho de admisión.