Activismo a bordo
Una estudiante sueca frena una deportación al impedir el despegue del avión donde iba un refugiado
Un pasajero puede impedir que un avión despegue si decide quedarse de pie. Esta sencilla arma fue la que usó una joven estudiante sueca para evitar la deportación de un hombre afgano. El pasado lunes, Elin Ersson embarcó en el mismo avión donde se hallaba el exiliado, un hombre de unos 50 años cuyo nombre se desconoce. El vuelo salía de Göteborg (la segunda ciudad de Suecia) y aterrizaba en Estambul, donde el deportado tenía que hacer escala para llegar a su país de origen. Pero los planes se truncaron cuando Ersson decidió quedarse de pie momentos antes del despegue. Mientras sujetaba el móvil para retransmitir en directo su actuación, la joven de 22 años se levantó y exclamó que no iba a sentarse si el deportado no bajaba antes del avión. “Si llega a Afganistán muy probablemente lo van a matar. Hago lo que puedo para salvar la vida de esta persona. No estoy haciendo nada ilegal. Lo único que quiero es parar la deportación y luego ya voy a cumplir las reglas”, se defendía la joven activista ante la estupefacción de los pasajeros. Algunos se pusieron nerviosos, se enfadaron. Un británico le intentó arrebatar el móvil y varios le pedían que dejara de grabar. “Estás asustando a los más pequeños. Estás impidiendo nuestro viaje”, le afearon. “Claro”, reconoció
Ersson, “estoy paralizando el vuelo, pero vosotros no os vais a morir, este hombre sí (...) ¿Qué es más importante, vuestro tiempo o una vida humana? Estoy intentando cambiar las leyes de mi país. No me gustan. No está bien enviar a la gente al infierno”, protestaba la joven. Mientras la tripulación intentaba gestionar la situación, la joven rompió a llorar al ver que otros pasajeros sí que estaban de su lado. Pasaron solo 15 minutos cuando le comunicaron que el deportado y ella podían quedarse en suelo sueco. Derramó aún más lágrimas entre los aplausos de los pasajeros. Lo había conseguido. Y sin tener que recurrir al uso de la fuerza.
El paradero del afgano es ahora desconocido. Según el canal alemán Deutsche Welle, está bajo custodia y pronto será deportado a Afganistán. En cuanto a Ersson, podría afrontar una severa multa y hasta seis meses de prisión por haber desobedecido las reglas de aeronavegación.
Esta activista, estudiante de Trabajo Social en la universidad de Göteborg, ya estaba implicada en frenar las deportaciones junto a un grupo de activistas. Sin embargo, nunca había protagonizado un acto de desobediencia a bordo de un avión, informó ayer The Guardian. La idea de Ersson surgió cuando se enteró, vía Facebook, que un joven afgano llamado Ismail iba a ser deportado desde Göteborg. Compró un billete del mismo avión en el que el joven iba a viajar pero al final resultó que éste voló desde Estocolmo y que en su lugar, estaba el hombre afgano de 52 años. Ismail se encuentra en Kabul mientras que el otro individuo sigue en Suecia (según DW).
Las deportaciones de refugiados continuarán en este país. La política de asilo de este estado nórdico se ha endurecido los últimos años por la crisis migratoria de 2015. Aquel año, 163.000 personas pidieron asilo en el país. La cifra cayó a 29.000 en 2016, a 26.000 en 2017 y a unos 10.000 en lo que va de año. Según informaba ayer The Guardian, los afganos copan la mitad de las solicitudes, pero solo el 28% logran asilo. Suecia considera “seguro” este país de Oriente Medio pese a que organizaciones humanitarias alertan de su fragilidad y las numerosas muertes de civiles (3.000, en 2017).
La política migratoria es un tema sensible en Suecia. Centra todos los debates a un mes y medio de las elecciones generales. Las encuestas muestran que uno de los favoritos son los Demócratas de Suecia, un partido nacionalista, populista, ultraconservador y contrario a la inmigración. Si el próximo 9 de septiembre los Demócratas, que tienen un 22,9% de apoyos según los sondeos, ganan a los socialdemócratas (23,6%) seguro que Ersson y a sus compañeros tendrán aún más trabajo.
La migración centra el debate en Suecia ante unas elecciones que puede ganar la ultraderecha