Un asesino anda suelto
Gemma Biosca, de 17 años, fue asesinada en el comercio familiar de Tarragona
El cura, en el funeral, dijo: “Nadie se va de este mundo con el trabajo a medio hacer”. Era el intento de consolar a una familia, a unos amigos, pero es difícil de compartir. Gemma Biosca tenía 17 años cuando alguien entró en la tienda de sus padres y le dio muerte sin compasión alguna. El criminal nunca fue descubierto.
No hay un asesinato que no sea espantoso, pero este resultó especialmente atroz y marcó el verano de 1987. El 4 de agosto, el cuerpo de Gemma Biosca fue encontrado sin vida en el sótano de la tienda de bricolage de sus padres, en la calle Caputxins, 41, de Tarragona. Los detalles vale la pena ahorrarlos, pero baste decir que tuvo ribetes sexuales y que la muerte no debió de ser rápida.
Además, nada se alió con Gemma. El comercio estaba situado junto a una casa en construcción, un bar y cerca había una carpintería que trabajaba a todo trapo, con lo cual el estrépito en la calle, estrecha, a buen seguro que tapó cualquier ruido en la tienda, cualquier grito de la víctima. Un vecino pasó por delante esa misma mañana, vio la puerta abierta y el ventilador funcionando; le extrañó, pero lo atribuyó a un descuido.
Para acabar de redondear el cúmulo de fatalidades, cuando la policía llegó se encontró a una señora limpiando la sangre del lugar a fin de adecentarlo, pero dio al traste con pruebas. Se hallaron pocos rastros del asesino, las huellas digitales recuperadas no llevaron a ningún sitio.
Gemma Biosca iba por las mañanas a la tienda y aprovechaba para estudiar. Le habían quedado dos asignaturas del BUP y se disponía a iniciar el COU. Quería cursar idiomas. Tenía una hermana de 14 años. Sus padres eran buena gente que reaccionó con una entereza asombrosa ante la tragedia. Eran muy queridos en Tarragona: más de 1.500 personas asistieron al funeral de Gemma.
La policía siguió varias pistas. Una llevó a un convicto de permiso. Otra a un sujeto con problemas psicológicos. Caminos sin salida: nunca llevaron a nada. Al año siguiente, ante la falta de respuestas, la policía se puso en contacto con Scotland Yard para interesarse por los trabajos que estaba haciendo un genetista llamado Alec Jeffreys en materia de identificación por el ADN, porque en el momento se había recuperado parte de un pelo en las uñas de Gemma. Hoy en día es una prueba fundamental en la técnica forense, pero entonces estaba en sus inicios y la muestra no fue suficiente para arrojar resultados concluyentes. El asesino nunca fue hallado. Si está vivo, sigue libre.
El crimen ocurrió hace 31 años. Gemma tendría hoy 48 años. Seguramente habría terminado idiomas y no habría dejado tanto trabajo sin hacer.