El ejecutivo del jersey azul
SERGIO MARCHIONNE (1952-2018) Consejero delegado de FCA y presidente de Ferrari
El mítico ejecutivo del jersey azul, que nunca llevaba corbata porque se había olvidado cómo se hacía el nudo, el madrugador que se despertaba a las tres y media de la mañana para sentarse delante del ordenador y manejar los hilos del sector del automóvil, falleció ayer en Zurich a los 66 años.
Para entender lo que Sergio Marchionne consiguió durante su mandato como consejero delegado del grupo FCA, baste pensar lo que era el grupo Fiat en el año 2004, cuando tomó las riendas. Perdía dos millones de euros al día. Técnicamente estaba en quiebra, porque no tenía caja suficiente para pagar la deuda. Catorce años después, su milagro: los ingresos de Fiat se han triplicado,
Salvó a Fiat y a Chrysler de la quiebra y creó el séptimo grupo mundial del automóvil
el grupo gana dinero, la deuda está a cero, se fabrican más del doble de coche que entonces y la capitalización bursátil es doce veces más grande. Ayer, tras conocerse su muerte, las acciones se desplomaron un 15% en un día. La bolsa también llora su muerte.
“Siento un profundo dolor por su fallecimiento”, afirma Luca de Meo, presidente de Seat. “Con solo 37 años, me asignó la responsabilidad de dirigir Fiat y el lanzamiento del 500. El futuro de la marca dependía de ese modelo y él apostó y creyó en mí. Nunca olvidaré la noche en la que presentamos el 500 en Turín. Caminábamos por la calle y la gente nos saludaba, aplaudían a Marchionne. Era feliz. Fiat volvía a ser competitiva”.
Una hazaña empresarial que fue posible gracias a la toma de decisiones arriesgadas. “Si eres previsible la competencia te echa fuera en tres segundos”, decía el ejecutivo. Consiguió varios aciertos: se liberó del acuerdo con GM que obligaba a los norteamericanos a comprar el grupo y consiguió incluso que le abonaron 2.000 millones de euros; compró Chrysler cuando estaba en suspensión de pagos al intuir el potencial de los SUV y de la marca Jeep y reconvirtió Maserati y Alfa Romeo como símbolo del made in Italy del lujo. También llegó en el grupo a la presidencia de Ferrari y un hombre influente en la F-1.
Marchionne también supo manejarse con gran habilidad con las esferas del poder. Se llevó bien tanto con Obama como con Trump. “Nosotros estamos siempre a favor del gobierno: el pueblo elige y nosotros nos adaptamos”, admitía. Durante su época el grupo diluyó sus raíces italianas. En la actualidad el 68% de la facturación de FCA procede de EE.UU. Jeep, Dodge Ram venden en el mundo más que Fiat. Esta “desnacionalización” de la empresa fue impopular.
La relación entre Fiat e Italia, así como su ciudad natal de Turín, cambió para siempre incluso desde un punto de vista legal y fiscal, siendo FCA una empresa holandesa con domicilio fiscal en el Reino Unido. Su relación con los sindicatos tuvo altibajos. “Siempre he pensado que los trabajadores de cuello azul casi siempre pagan, sin responsabilidad, las consecuencias de los errores cometidos por los trabajadores de cuello blanco”, afirmaba. Pero se mantuvo determinado a la hora de imponer deslocalizaciones y cerrar plantas. “El general sin miedo”, le llamaban en el mundillo.
Él mismo confesaba que ponía notas a sus colaboradores: “hoy les puedo poner un ocho, mañana un cinco”. “He visto a directivos experimentados bajar la mirada. Si no estabas muy seguro de lo que ibas a decir, mejor quedarse callado”, reconoce un ingeniero en Turín que trabajó en los inicios de su era. “Tenía una memoria prodigiosa. Una vez en una junta directiva hizo notar que en una hoja de la presentación que se estaba proyectando una cifra estaba mal. Les respondieron que no, pero él insistió en que el dato era de un documento del año anterior. Y tenía razón”, cuenta. “Marchionne era una persona extremadamente exigente, empezando consigo mismo. Por eso, se convirtió en un líder y no en un directivo más.”, subraya De Meo.
Hijo de un carabiniere y crecido en Canadá, Marchionne aprendió de pequeño el sentido del deber. “Cuando uno manda, está siempre solo. Y yo me siento muchas veces solo”, solía decir, para subrayar el sentido de la responsabilidad. Le quedaba trabajo por hacer: integrar FCA con otro grupo y la electrificación de la gama.
“Estos cigarrillos me van a matar”, confesaba, antes de volver, acto seguido, a encenderse uno.
Luca De Meo: “La gente le aplaudió por la calle cuando presentamos el Fiat 500”