El error ‘volteriano’

PABLO Casado debería disponer de un buen diagnóstico, antes de dar recetas para abordar el contencioso catalán. A ningún médico se le ocurriría operar sin saber cuál es el mal del paciente. Se agradece del nuevo presidente del PP que haya elegido Barcelona –es una manera de reconocer la prioridad del problema– para dar a conocer el organigrama de su organización, pero no parece que endurecer el Código Penal, como ha propuesto, sea una fórmula magistral. Nadie le discute su intención de “recuperar la concordia, la convivencia y el respeto a la ley”, pero parece que el diálogo, la mejora del autogobierno y el reconocimiento de la identidad no formen parte de su estrategia. Se diría que ha cedido esta estrategia al PSOE.

Su portavoz en el Congreso es Dolors Montserrat, natural de Sant Sadurní d’Anoia, que conoce bien la situación catalana, siempre ha defendido que la cuestión no se arregla sólo con mano dura. Casado puede tener en Montserrat una persona clave para buscar alternativas que vayan más allá del Código Penal. Ella sabe que dos millones de independentistas no desaparecen con la inclusión de nuevos delitos. Y sobre todo valdría la pena que Casado hiciera autocrítica sobre su propio partido, que no supo afrontar el problema con toda su complejidad. Si el PP tiene en Catalunya una presencia testimonial –las encuestas más recientes le dan que podría incluso pasar a ser extraparlamentario– es porque no se han hecho bien las cosas. No ha habido ni un relato, ni una oferta. No sólo para los catalanes, sino tampoco para sus votantes. Casado está en los primeros metros de la subida a su Tourmalet, así que tiene margen para encontrar fuerzas, iniciativa e ideas para afrontarlo con garantías. Y, volviendo a la metáfora médica, que no se crea a Voltaire, que sostenía que el arte de la medicina consistía en entretener al paciente mientras la naturaleza curaba la enfermedad. Lo dijo Voltaire, no Rajoy, aunque podría suscribirlo.