Javier Camarena
Javier Camarena desborda al público de Peralada con un programa rutilante y muy exigente
TENOR
El tenor mexicano Javier Camarena debutó anoche en el Festival Castell de Peralada con un celebrado recital de conocidas arias de Donizetti, Rossini o Mozart, acompañado por el maestro Ángel Rodríguez al piano.
Eso sí es un recital. Javier Camarena hizo su debut ayer en el festival de Peralada con un programa sólo apto para los más grandes. Una colección de arias belcantistas a cuál más exigente con las que fue asombrando de manera gradual al público que acudió a la excepcional cita en la iglesia del Carme. El tenor mexicano, una estrella cuyo brillo anda eclipsando a otros astros de la actual escena operística –hace dos semanas deslumbraba en el Real con su Edgardo en Lucia di Lammermoor–, salió al escenario deshaciéndose en disculpas. “Me encantaría estar en mejor forma pero estoy batallando para no dejarme vencer por un resfriado que se junta con la alergia al pasto”, dijo. Para acto seguido dar comienzo el recital del siglo.
A saber qué habría pasado de no sufrir de alergia... ¿Qué habría pasado con los televidentes que siguieron en directo el recital desde La 2? Cinco cámaras y una más con grúa se situaron en los laterales de la iglesia para dar en prime time una cita operística. ¿Quién da más? El festival jugó bien su caramelo/Camarena. Tenerle en su apogeo solo para 400 espectadores era un lujo que rayaba el pecado. Qué menos que compartirlo con los televidentes de toda España. Aunque bajo los términos del representante del artista, esto es: en directo y en una hora de máxima audiencia. ¡La ópera al poder!
Y así fue como el evento llegó a buen puerto. El muy querido Camarena llegaba con un look sofisticado y su mirada penetrante. Y así comenzó una primera parte del concierto dedica da al tenor y compositor sevillano Manuel García, el padre de la gran María Malibrán, maestro y autor de un tratado que cambió el concepto operático en tiempos de Rossini. Pues fue él quien le estrenó mundialmente El barbero de sevilla, en 1816.
Camarena comenzó con un par de arias que recordaban a García en su faceta de intérprete, con Così fan tutte de Mozart y Giulietta e Romeo de Zingarelli. Para entregarse luego a las óperas de García (La mort du Tasse, El gitano pour amor, El poeta Calculista), que constituyen un estudio vocal, un ejercicio de respiración, de subidas y bajadas, de fiato y más fiato... Pero nada. Como si nada hubiera hecho, Camarena emprendió “Si, ritrovarla io giuro” de La Cenerentola
de Rossini antes del descanso.
Parecía que lo había dado todo. Y sin embargo –¿fue el efecto del eclipse lunar?– Camarena, con alergia o sin ella, salió de nuevo a reventar las expectativas del público. Dinamita operística: “A te, o cara...”, de I puritani de Bellini, seguido de otra aria de L’Italiana in Algeri y la esperada Lucia di Lammermoor. Y aún, el reto mayor estaba por llegar: los dos de pecho de “A mes amis!” de La fille du régiment.
La iglesia se hundía. Magnífico, único, elegante, positivo. Aplausos miles y cinco bises. Vaga Luna de Bellini el primero y una visita al cancionero mexicano: Te quiero dijiste de María Grever –para llorar–, y la ranchera El rey, con el público coreando. “Lloraaar y lloraaaar”.