La Vanguardia

Exorcizo te, omnis spiritus immunde

- Quim Monzó

Pues como quien no quiere la cosa, en pocos días ya tenemos dos nuevos exorcistas en el país. El primero, el viernes 13, cuando el obispo de Vic, Romà Casanova, nombró para el cargo a mosén Joan Prat, párroco de Sant Josep del Poble Nou de Manresa. Cuando dio la noticia, el obispado aseguró a la población que no es que durante los últimos años haya habido un incremento de casos de posesión demoniaca, sino que se trata de una directiva general: el Vaticano pide que, en el mundo entero, cada diócesis tenga su exorcista y hay muchas que no lo tenían. La de Vic era una. No lo tenía desde los años cuarenta, cuando mosén Genís Padrós hizo el último exorcismo en la ciudad. El otro nuevo exorcista es el de la diócesis de Girona. La semana pasada el obispo Francesc Pardo nombró para el cargo a mosén Josep Puig, que desde hace dos años es párroco de Roses y Palau-saverdera. Como en el caso de Vic, se trata de obedecer la directiva de la Santa Sede que, consciente de que hay pocos sacerdotes con capacidad suficiente para exorcizar, imparte cursos de formación.

Hoy día, con la lamentable pérdida de

Ya tenemos dos nuevos exorcistas: uno en la diócesis de Girona y el otro en la de Vic

referentes católicos, muchos ciudadanos tienen de los exorcismos una visión sesgada, que hace que a menudo se los tomen a cachondeo y se mofen. Hizo mucho daño, en la década de los setenta, la película El exorcista que dirigió William Friedkin. Lanzó al estrellato a Linda Blair, que hacía el papel de niña poseída, y encontró en Max von Sydow la imagen perfecta para hacernos ver que, en la vida, se puede pasar de ser uno de los referentes máximos del mundo de Ingmar Bergman al terror de Hollywood sin perder ni gota de dignidad.

El exorcismo está presente en el cristianis­mo, el judaísmo y el islam. Según el ritual romano –que es el que deberán aplicar los nuevos exorcistas de Vic y de Girona, si llega el caso– hay cuatro síntomas fundamenta­les que nos evidencian que estamos ante un auténtico caso de posesión demoniaca. Uno es blasfemar y mostrar aversión a los símbolos religiosos, cosa no muy excepciona­l en según qué personas deslenguad­as. Otro es la facultad de descubrir el secreto de las cosas a distancia. El tercero es poseer una fuerza física desmesurad­a, inexplicab­le en la persona en cuestión. El cuarto es, para mí, el más significat­ivo: hablar o entender un idioma desconocid­o. Recordemos que la niña poseída de El exorcista era capaz de hablar inglés al revés. Una gran habilidad, sí, pero al fin y al cabo era su lengua. Más meritorio era lo que un servidor hacía a finales de los setenta y principios de los ochenta, después de una noche de copas en el Goblin’s y el Bocaccio: mientras iba hacia casa calle Muntaner abajo dentro del 2CV que entonces tenía, hablaba francés e incluso alemán (lenguas que desconocía) con una fluidez que a mí mismo me impresiona­ba. Afortunada­mente sólo me sucedía cuando iba solo (si iba con otra persona charlábamo­s) porque, si no, habría llamado inmediatam­ente al exorcista de la archidióce­sis barcelones­a.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain