La ‘guerra del taxi’
BARCELONA vivió ayer por la tarde la sensación de ser una ciudad asediada. La ratificación de la suspensión por parte del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) de la normativa que restringe la concesión de licencias para vehículos de alquiler con conductor (VTC) provocó una inmediata acción de protesta de los taxistas, que bloquearon diversas entradas a la ciudad, con lo que se sembró un caos circulatorio. La cuestión es que los taxistas, cuya huelga de protesta culminó ayer por la mañana, se vieron sorprendidos por la decisión del TSJC y reanudaron sus protestas, con las que amenazan con convertir la capital catalana en un inmenso caos en los próximos días. En este contexto, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pidió ayer calma al colectivo.
El de los taxistas es un colectivo muy especial debido a una labor que requiere muchas horas al volante por la ciudad, con la consiguiente tensión por el tráfico. Si a ello se suma la falta de seguridad y el alto coste de la licencia, se explica el elevado nivel de conflictividad que vive el sector. Al colectivo le ha salido ahora una seria competencia que es el llamado alquiler de coche con conductor (VTC), cuyas compañías más conocidas son Uber y Cabify. Actualmente hay unas 1.500 licencias de este tipo por poco más de 10.000 de taxis, y los profesionales del sector temen que en un año haya unas 2.000 más.
Esa es la razón de la huelga de taxistas de 48 horas de esta semana. Como el sector del taxi es un servicio público de carácter privado, su ordenamiento está regulado por las autoridades (Fomento y la AMB). La aparición de aquella competencia directa ha alertado a los taxistas y los gobernantes tratan de restringir las licencias de VTC para favorecer la supervivencia del taxi. Cuando había expirado ya la huelga de dos jornadas, el anuncio judicial de la ratificación de la suspensión de la normativa supramunicipal, tras la interposición de un recurso por parte de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, avivó el conflicto.
La cuestión es que la guerra del taxi coincide con una oleada de huelgas en Barcelona, especialmente en el sector del transporte (Ryanair, Renfe...). El primer día de huelga del taxi se saldó con un inaceptable incidente, cuando un grupo de violentos asaltó un vehículo de una empresa de alquiler con conductor con una familia de turistas en su interior. La condena general de la sociedad a este tipo de desmanes obligó a los dirigentes de los taxistas a exigir a sus compañeros contención en la protesta. Pero ayer, tras conocerse el fallo judicial, anunciaron en un comunicado que no se hacen responsables “de cualquier acto que pueda ocurrir en nuestras calles”, lo que es de todo punto inaceptable.
La llamada guerra del taxi es, sin duda, un proceso largo que, inevitablemente, tendrá que dirimir la justicia, al haber intereses contrapuestos. Los taxistas han contado hasta ahora con la comprensión y el apoyo de la AMB y del Gobierno español, que anteayer retiró su petición de medidas cautelares frente al reglamento de la AMB, restrictivo con los VTC. El anuncio del TSJC de ayer no es, ni mucho menos, el final de la guerra, sino una escaramuza más en este contencioso. Pero proseguir con la táctica de sembrar el caos en la ciudad, o incluso de proceder de forma violenta, no sólo no beneficia al sector, sino que lo aleja de la ciudadanía, cuyo respaldo es del todo necesario si pretenden ganar este contencioso. Además, daña gravemente el prestigio turístico de la ciudad, algo que, a la larga, puede acabar perjudicando a los propios taxistas.