La Vanguardia

Estar ahí, y no tanto

- Remei Margarit R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Soy la última de muchos hermanos y hermanas y en mi infancia, cuando en la hora de comer, nos sentábamos todos en una larga mesa y mis hermanos explicaban cosas que habían vivido, invariable­mente yo preguntaba: “¿Estaba yo ahí?”. Y casi siempre la respuesta era negativa, de manera que mi pregunta infantil quedó como un estribillo durante bastante tiempo. Después, al formar mi propia familia, con las criaturas pequeñas tenía que estar siempre ahí, cuestión que se convirtió en un hábito –como todas las madres del mundo- y ese hábito ya formó parte indisolubl­e de mi aunque más tarde, mis hijas e hijo llegaron a la adultez e independen­cia. Tal vez el estribillo de mi pregunta infantil reforzó inconscien­temente este “estar ahí”. Aunque llega un momento en la vida que es necesario no estar ahí tanto, por prudencia hacia los demás y para acotar límites a una misma. Una cosa es ayudar si es necesario, pero es importante respetar la distancia que cada cual necesita para ir haciendo su trayecto. Y eso vale para la familia, para los amigos y para la sociedad en general. Hay un tiempo para cada cosa y es bueno reconocer cada tiempo en el que nos toca vivir y de qué manera.

Hay un tiempo de cuidado de los niños, otro del acompañami­ento de la adolescenc­ia, y también un tiempo de ayuda para los envites que comporta la vida de cada cual, pero ese último tiempo es necesario que sea puntual, estar ahí tan sólo si hay petición y en la medida que se pida. Creo que es bueno ir retirándos­e hacia un segundo o tercer plano, incluso es necesario para cultivar la calma y la serenidad que se necesita cuando una ya tiene muchos años. Porque también esa calma y serenidad conseguida es un bálsamo para el entorno de las relaciones personales.

Retirarse hacia una vida interior permite darse cuenta del sentido de las palabras y los silencios; no recriminar­se por los errores cometidos; y aceptar con compasión lo que una es, cosa difícil, por cierto. Y este es un trabajo que es necesario hacer si se quiere vivir en paz con una misma, porque si no se hace, se proyecta en los demás la insatisfac­ción existencia­l propia y se amarga el propio carácter y las relaciones con los demás. La realidad es que tan sólo somos humanos y aún gracias.

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