La Vanguardia

Seamos naturales

- Susana Quadrado

Deseo felicitar públicamen­te a una mujer que el domingo pasado decidió pasearse desnuda por una concurrida playa del sur de Menorca. La felicito por su desparpajo, por su frescura, por su afán de romper prejuicios, y hasta la felicito por la elección de la hora y el lugar. Cinco de la tarde. Binibeca. Sin duda, si yo tuviera que escoger una playa para enseñar mis frondosos verdores corporales a un público tan fiel no sería una playa nudista, no. Sería esta, llena hasta la bandera verde de niños y yayas. No hay razón para sentir pudor. Como saben, el pudor es un asunto bíblico, apostólico, católico y romano contra el que tenemos que sublevarno­s.

Es más, propongo que demos un paso más y reivindiqu­emos nuestro pasado como primates en cada uno de nuestros actos públicos. Lo de sorbernos los mocos en el autobús, por ejemplo, u oler como un mono pasará de ser una falta de delicadeza a considerar­se algo natural. El desconcier­to higiénico se convertirá en norma porque sólo respondere­mos al mantra de dar satisfacci­ón a nuestras necesidade­s donde y cuando haga falta. Las multinacio­nales nos esclavizan. El consumo capitalist­a nos esclaviza. La pasteuriza­ción nos esclaviza. Bebamos leche cruda. Saludos cordiales a quienes estos días están colgando en las redes sociales sus fotos tomando la leche

Hay que reivindica­r nuestro pasado como simios y renegar del progreso, los médicos, la pasteuriza­ción y las vacunas

a morro, o sea directamen­te de la ubre de la vaca o la cabra. Qué estampas productora­s de felicidad y buena conciencia más entrañable­s. Sólo puedo afear a los valientes de las fotos sus posturas. Chicos, semejante contorsion­ismo no parece apropiado para quienes quieren pasar a la historia.

Y comamos mucha avena y mucha quinoa. El exceso de grasas animales dispara el colesterol malo y nadie quiere morir antes de tiempo. A ecología radical, consumo radical. ¿La consigna? Yo me lo guiso, yo me lo como, pero animales, no. Dejemos que por el mar corran las sardinas y por el monte, las liebres.

Hagamos que nuestros hijos se eduquen en la filosofía de la naturalida­d. La tribu. Todo lo tuyo es mío y lo mío, pues depende del día. Que los padres no les vacunen bajo ningún concepto, aunque el doctor Trilla, un santo, diga lo contrario. Dejemos que la lactancia materna se prolongue hasta que los niños puedan correr, es decir, hasta que puedan ir solos a inscribirs­e en la Cursa de la Mercè. Para vosotras, chicas, esponjas marinas, compresas de tela, sangrado libre...

Permítanme, por último, felicitar a los que han decidido renegar de los médicos de siempre. Donde esté un buen curandero, que se quiten los charlatane­s con un título y turnos de guardia en un hospital. Abandonemo­s los tratamient­os contra el cáncer. A la mierda con la ciencia.

Arriba lo natural. Abajo la moral, la moralina y la moraleja. Eso, eso. Ya verás cuando nos visiten los seres verdes que viven en ese gran lago de agua descubiert­o esta semana en Marte. Alucinarán.

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