La Vanguardia

Una voz de muchos

ANGELA BOWEN (1936-2018) Bailarina, escritora y activista estadounid­ense

- MARÍA DIÉGUEZ

Alinear, estirar, alargar,

en dehors, sostener, respirar, cerrar y repetir, una y otra vez. Angela Bowen tuvo que realizar ese mismo ejercicio incontable­s veces para conseguir alinear su espalda y, de paso, convertirs­e en una respetada bailarinas de ballet clásico. Su formación fue tardía –empezó a los 14 años– teniendo en cuenta la exigencia de la disciplina, pero su profesora vio algo especial en ella: talento. A sus 82 años, Angela Bowen nos ha dicho adiós.

Heredó el apellido de su madre, algo inusual en el Boston de 1936. La pérdida de su padre cuando Bowen tenía dos años hizo que su madre se enfrentara sola a la educación de tres niñas pequeñas. Angela hizo carrera como bailarina, y con el tiempo decidió enseñar lo que había aprendido a otros, no sólo en materia de danza sino en experienci­as vitales. Fundó y dirigió entonces la Escuela de Danza Bowen / Peters en New Haven, dedicada a alumnos afroameric­anos que se liberaban a golpe de movimiento­s de ballet de los problemas de sus hogares. “Cuando abrimos el colegio, la mitad de los estudiante­s no pagaban”, explicaba. Lo hizo junto a su marido, Ken Peters, del que años después se divorciarí­a para salir del armario públicamen­te.

En 1982 tomó una de las decisiones más importante­s de su vida al abandonar su labor como profesora de ballet para poder crecer en otros ámbitos e identifica­rse con otras etiquetas lejanas al mundo del baile: “Soy negra, lesbiana, feminista, escritora y activista”, se definió ella misma. En esa etapa, “quería vivir entre mujeres que eran políticas y lesbianas y todo tipo de cosas, que eran feministas con cierto sentido de entender el mundo”. Empezó entonces su carrera de escritora y lo hizo tratando temas como la igualdad de derechos de las mujeres, inspirada en la revista Azalea y su famosa publicació­n Sturdy Black Bridges: Visions of Black women in literature (Consistent­es puentes negros: visiones de mujeres negras en la literatura).

En ese salto de vida, le acompañó otro salto geográfico. En Cambridge (Reino Unido) comenzó a desarrolla­r su discurso sobre racismo, sexismo y homofobia. Trabajó como miembro de la junta y editora de la revista del grupo activista National coalition of black lesbians and gays (la coalición nacional de lesbianas y gays negros). Y otro salto más, conoció a su compañera de vida y esposa desde el 2013, Lynn Abod, con quien compartió más de 30 años.

Entre sus muchas anécdotas, una pone de manifiesto su carácter decidido. En un acontecimi­ento benéfico para recaudar fondos destinados a una clínica de salud para gays y lesbianas, se levantó y abandonó el acto en protesta contra los chistes racistas que contaban dos cómicos invitados para amenizar la gala.

Más, más y más. A sus 54 años se sacó el grado de servicio público y comunitari­o en la Universida­d de Massachuse­tts, que complement­ó con un máster y un doctorado en estudios de la mujer. Su trabajo final para defender el doctorado tuvo como protagonis­ta a la poeta feminista Audre Lorde, un referente para Bowen. Ella, incansable, volvió a ejercer de profesora pero esta vez en la Universida­d de California, enseñando materia de género y sexualidad femenina.

Su vida inspiró a muchos, incluidas Jennifer Abod y Mary Duprey, quienes estrenaron un documental sobre la bailarina, escritora y activista en el 2016. Una producción audiovisua­l que ayudó a Bowen a no olvidarse de sus propios recuerdos en una lucha contrarrel­oj contra el alzheimer.

Bowen luchó durante toda su vida por los derechos de los negros, las mujeres y los homosexual­es

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WALTER OLEKSY / ALAMY

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