La Vanguardia

Blades eclipsa a la luna

El panameño exhibe su gran obra con la potencia de una big band en Porta Ferrada

- Mayka Navarro Sant Feliu de Guíxols

Ese día había cumplido 18 años y me regalé, de la mano de un joven de Santa Coloma de Gramenet que me tenía medio enamorada, entrar por primera vez en el antiguo Bikini de la Diagonal de Barcelona. Me arrastró hasta el espacio de la salsa y en ese justo instante, mágico e inolvidabl­e, Rubén Blades llenaba para siempre mi universo musical y emocional con el legendario Padre Antonio y el monaguillo Andrés. Desde entonces, la música de este glorioso cantante, actor, abogado, activista y político panameño me acompaña para lo bueno y para lo mejor.

A las diez y media de la noche, en el justo instante en el que la luna pasaba por la sombra de la tierra creando un eclipse total, Rubén Blades irrumpió solemne en el escenario del Festival de Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols, arropado por una auténtica máquina de sonido y sabor, la imponente orquesta de Roberto Delgado, con 20 maestros y sus instrument­os, para arrasar con un público entregado al compás.

A sus 70 años, en forma, elegante y juguetón, Blades recuperó la lista entera de sus clásicos, muchos compuestos por él mismo durante medio siglo de música comprometi­da política y socialment­e con Latinoamér­ica y sus gentes. Ayudado por sus inseparabl­es maracas de bandera panameña y coronado con el uniforme clásico de gafas, sombrero y traje negro, el poeta de la salsa arrancó con Las calles.

Y aquello ya no paró. En el cielo, la luna de sangre, con ese rojizo explosivo de los eclipses de verano; y en el suelo, el terremoto de cuerpos que no dejaron de escuchar, bailar y de gozar: Decisiones,

la emocionant­e Ojos de perro azul,

tema de un disco basado en los cuentos de Gabriel García Márquez. Y palabras entre canción y canción.

Hace justo un año, Blades se puso a sí mismo el listón altísimo en el Poble Espanyol con este mismo espectácul­o, una gira mundial en la que el astro de la mejor música latina quiere decir adiós a una salsa de la que no se despega, pero servida en un formato de big band que logra que suenen aún mejor temas que enamoran como ese canto contra el clasismo que es para la eternidad Ligia Elena.

Una que es salsera y lo dice con orgullo, casi se desmonta y con ella la asistencia entera cuando la banda se atrevió con El Cantante,

la obra maestra que Blades regaló a Héctor Lavoe. El panameño gozó, improvisó, se hizo un selfi con las primeras filas y casi eclipsa a la misma luna cuando hizo pasar al legendario matón de esquina, Pedro Navaja y aquel tumbao que tienen los guapos al caminar.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Blades, anoche en Sant Feliu de Guíxols
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