El exorcista de Roses
Desde esta semana la diócesis de Girona tiene, por primera vez, un exorcista. Siguiendo las directrices vaticanas el obispo Francesc Pardo dio el cargo al rector de Roses y Palau-saverdera, mosén Josep Puig Bofill, quien lo ejercerá a partir del setiembre. El martes le escuché responder con sensatez las preguntas de una entrevistadora y me pareció impecable (en los dos sentidos que recoge el diccionario: incapaz de pecar y exento de tacha). Confesó que no sabía en qué consistiría el trabajo, admitió que la mayoría de problemas de posesión diabólica les tenían que tratar los profesionales de la psiquiatría y calculó que tendría poco trabajo, tal vez sólo aquellos casos que la ciencia diese por perdidos. Finalmente, declaró que se encomendaría a Dios para hacerlo lo mejor que supiera. No se puede pedir más. La Iglesia no es una institución democrática y las órdenes no se cuestionan. Además, tenemos bibliografía destacada gracias a Verdaguer. Poca broma. Todas las chanzas sobre qué políticos llevan el diablo en el cuerpo en la diócesis de Girona son pura verborrea. Ojalá muchos profesionales de otros sectores se aplicasen a la tarea como lo hace mosén Puig.
A mí, eso de los exorcismos no me convence. Van bien para la narrativa de terror (El exorcista), pero las posesiones diabólicas siempre me han sonado a excusa.
Parecen escritas ahora: ‘Tirar y anarquía: tiranía; perverso y divertido: pervertido; casa y asado: casado’
Sobre todo en los casos flagrantes de íncubos y súcubos que ejercían el comercio carnal. Todos llevamos “es dimoni dins jo”, por decirlo con Tomeu Penya. Los exorcismos me llevan al Cabrera Infante de Exorcismos de esti(l)o (Barcelona, 1976), un libro idóneo para leerlo al asalto y a saltos. Es una miscelánea dicharachera que mezcla géneros con espíritu desacralizador. Hay páginas casi en blanco. Se lee “Literatura es todo lo que se lea” a la izquierda y “como tal” a la derecha. Hay micropiezas como “Palindrama: Nada, yo soy Adán” y multitud de palabras maleta en formato ecuación que parecen escritas hoy mismo: “Tirar y anarquía: tiranía; perverso y divertido: pervertido; casa y asado: casado”. Uno de los exorcismos que, en su simplicidad, siempre me llama la atención se compone de una sola palabra. Bajo el título “Posibles riesgos del helio”, Cabrera teclea dos oes como dos bolitas (o o) flotando por encima de la palabra de la que se desprendieron (gl b s). Sin embargo, mi favorita es un notable ejemplo de aféresis. El título parece salir de un manual de urbanidad para criaturas: “Reglas de higiene”. El poema es: “Mano/ano/no”. Cabrera Infante padeció problemas mentales y defendía en público la contundente terapia que le aplicaron: el electrochoc. O eso decía en las conferencias que daba sobre otros creadores con problemas mentales, como el filósofo Friederich Nietzsche o los escritores Virginia Woolf y Guy de Maupassant. Confío que ningún artista gerundense no acabe teniendo de recurrir a los servicios del exorcista de Roses, básicamente por mosén Puig.