Sánchez rechaza más frentes judiciales contra Catalunya
El presidente dice que el conflicto requiere “paciencia y altura de miras” Anuncia que el Rey estará en el aniversario del 17-A
El Gobierno de Pedro Sánchez rechaza ampliar la batalla judicial con el Govern. Lo aseguró ayer el presidente del Gobierno en su larga comparecencia tras el último Consejo de Ministros antes de las vacaciones, en el que ratificó el giro en la política de Moncloa con Catalunya. El Ejecutivo no recurrirá a abrir nuevos frentes judiciales para enfrentar las políticas que despliegue el Govern de la Generalitat. Dicho de otro modo, el presidente no quiere hacerle el caldo gordo a la estrategia de confrontación con el Estado que propugna Carles Puigdemont: “Este Gobierno no quiere abrir ninguna vía judicial más”.
Sánchez eligió el sarcasmo para reprochar al PP lo estéril de la estrategia desplegada durante los últimos seis años y medio con Catalunya, y para exigir lealtad a Pablo Casado. “Lo único que pido es coherencia”, subrayó, tras recordar que no fue con gobiernos socialistas sino populares con los que se celebraron dos consultas en Catalunya. Ironizó, por eso, con el ofrecimiento de Casado de apoyar en el Senado una nueva aplicación del artículo 155. “Yo lo que quiero es que me apoye en todo lo demás”, dijo con una sonrisa, es decir, en la reapertura del diálogo con Catalunya a través de la comisión bilateral, y en la vía que impulsa para reformar el modelo territorial buscando un mejor encaje de Catalunya en el conjunto del Estado. También dejó caer que cuando, bajo los gobiernos de Mariano Rajoy, se celebraron las consultas de 9-N y el 1-O, el Gobierno no aplicó el 155 –en realidad, no lo hizo hasta que no hubo un conato de declaración unilateral de independencia–, por lo que exigió al PP que sea consecuente y leal con el Gobierno, recordando el apoyo que el PSOE ofreció entonces al ejecutivo respecto a Catalunya. Ahora, “que apoye la solución política a una crisis de la cual ellos tampoco han sido ajenos”.
En una rueda de prensa en la que subrayó reiteradamente que el cambio de Gobierno supone “un cambio de época” y se empapó de la retórica de Unidos Podemos bautizando su hoja de ruta para lo que queda de legislatura como “agenda del cambio”, Sánchez eludió comentar el veto lanzado por la Generalitat al jefe del Estado para acudir a actos en Catalunya y aseguró que el rey Felipe estará en Barcelona a su lado en los actos del primer aniversario de los atentados de Barcelona y Cambrils, los próximos 17 y 18 de agosto. “El aniversario exige de todos expresar solidaridad y respeto a las víctimas. El Gobierno estará presente, el jefe del Estado estará presente y no hay más cera que la que arde”, zanjó el presidente del Gobierno.
Respecto a la comisión bilateral, Sánchez quiso espantar a los agoreros: el propósito de estas reuniones es dar vía libre a los grupos de trabajo que tratarán de normalizar las relaciones institucionales entre el Gobierno y el Govern, y no llegar a acuerdos inmediatos sobre cuestiones concretas. “El Gobierno asume que la solución para la crisis catalana no llegará en dos meses, ni en un año”, dijo, y esa solución “exigirá que en algún momento que los catalanes se pronuncien”. La discrepancia, recordó, está en el marco jurídico de esa votación, “que para este Gobierno está en la Constitución y el Estatut”, pero se mostró optimista sobre la posibilidad de alcanzar acuerdos con el Govern de Catalunya. “Es una crisis larvada desde hace más de una década, por lo que exige paciencia de los actores políticos y de los medios de comunicación, mucha pedagogía, generosidad y altura de miras”. Y cerró el asunto con una pregunta retórica sobre la posición de Pablo Casado, sin mencionarlo: “Aquellos que no quieren el diálogo, ¿qué forma de hacer política tienen?”.
Sánchez recordó a Casado que hay políticas que trascienden no sólo la ideología, sino la duración de una legislatura, y que por tanto requieren soluciones de Estado y lealtad. Contestaba así a una pregunta sobre el acercamiento de presos etarras a prisiones del País Vasco, que el PP rechaza. En este sentido espetó: “Pediría al PP que sea coherente con lo que ha estado haciendo su partido cuando ha estado en el Gobierno. Y ahí me quedo”.
En el cuadro general, Sánchez, a pesar del tentador viento favorable de las encuestas, que colocan al PSOE en destacada primera posición, ratificó su intención de agotar
la legislatura en el convencimiento de que el actual Gobierno es una expresión, manifestó, de la mayoría de progreso del país. A su juicio, el “cambio de época” que supone la salida de Rajoy de la Moncloa, tras la moción de censura desencadenada por la sentencia de Gürtel, no sólo apela a la regeneración sino también al fin de una época de “parálisis política”, expresada en los vetos de PP y Ciudadanos, “la mayoría conservadora” en la mesa del Congreso”, a leyes que contaban con apoyo suficiente para ser tramitadas.
Hasta en media docena de ocasiones repitió el presidente que la vocación del Ejecutivo es “la estabilidad económica y social”, para lo cual a su juicio es indispensable “blindar el Estado de bienestar” e impulsar políticas redistributivas y de mejora de la calidad en el trabajo para que el crecimiento económico tenga un reflejo en la vida de los ciudadanos.
El Gobierno quiere asegurarse que los buenos augurios económicos alcanzan a las clases trabajadoras, y anunció, entre otras medidas, un real decreto ley para perseguir la figura del falso autónomo, que supondrá, asegura, el afloramiento de 40.000 nuevos trabajadores y su incorporación al régimen general de la Seguridad Social antes de fin de año. Tampoco renuncia a la aprobación de unos presupuestos generales del Estado para el 2019, a pesar del revés de la votación del techo de gasto, y dio a entender que promoverá una reforma para que el marco de estabilidad presupuestaria no dependa del voto del Senado. “Esa reforma del PP no me gusta”.
Se esperaba de este último Consejo de Ministros también la aprobación del decreto para la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, pero finalmente no entró en el orden del día. En su intervención inicial, Sánchez fue juguetón y críptico con el asunto: “Este cambio de época es también la reivindicación de una democracia sana (...) que debe consolidarse y debe llegar al Valle de los Caídos. Y llegará”, completó tras una pausa dramática. Sánchez, que se gustó ante el atril de la sala de prensa de Moncloa (con una calculada imagen de su equipo ministerial como fondo), fue algo más explícito, no mucho, en el turno de preguntas: “Lo vamos a hacer. Y va a ser muy pronto”.