Contra la Barcelona cutre
BARCELONA lleva mal los veranos. De un tiempo a esta parte, los meses de julio y agosto se han convertido en un calvario para muchos de sus vecinos por la degradación que presentan algunas zonas turísticas de la ciudad. Se ha hablado tanto del incivismo que ha dejado incluso de ser noticia. Los barceloneses se han acostumbrado a ver escenas deplorables protagonizadas por turistas medios desnudos mientras lateros, vendedores de top manta, prostitutas o carteristas campan a sus anchas. No hay que crear un alarmismo innecesario ya que no se trata de un problema de seguridad como tuvo la ciudad unos cuantos años atrás por la lacra de las drogas. A pesar del gran incremento de turistas que llegan a la capital, Barcelona no es hoy una ciudad insegura. El problema es otro, es de urbanidad. Pero la proliferación del incivismo puede hacer tanto o más daño que la inseguridad a la larga. La sección de Vivir lleva hoy dos noticias que deberían motivar alguna reflexión en el equipo de la alcaldesa Ada Colau. Sin apriorismos ni ideas preconcebidas de campañas en su contra. Son dos pinceladas de la Barcelona cutre que no deberían de reproducirse. Una es la decisión de un grupo de hosteleros del Born que han contratado a una empresa de seguridad para hacer el trabajo que no hace la policía municipal. Así, como explica Luis Benvenuty, recorren las distintas calles y tratan de persuadir a carteristas y lateros de que salgan de su zona de influencia. El problema es que se irán a otra. La segunda noticia es la agresión que sufrió un ciudadano norteamericano a manos de un grupo de vendedores top manta cuando intentaba defender a una mujer que discutía con ellos. Su testimonio a Mayka Navarro no debería dejarnos indiferentes. No se trata de hacer una política represiva basada únicamente en llenar el centro de policías, sino de saber hacer una inteligente política de contención y de orden. Gobernar es tomar decisiones. Aunque no sean populares.