La Vanguardia

Waterloo y Barcelona

- Francesc Granell

Después del periplo nórdico y alemán y sin euroorden activa, el exnoveno presidente de la Generalita­t moderna Carles Puigdemont retomó su presencia en Bruselas (en la delegación de la Generalita­t de Catalunya ante la Unión Europea) y en Waterloo (en la casa que ha alquilado con intención de poner en marcha el Consell de la República) el sábado 28 de julio, dos días después de que varios profesiona­les independie­ntes lanzáramos en el Col·legi de Periodiste­s de Catalunya, en Barcelona, el Manifiesto- Plataforma por la Reconcilia­ción (www.reconcilia­ció.cat) con la intención de evitar la división palpable en la Catalunya actual entre independen­tistas y no independen­tistas.

La reunión en Bruselas no pudo contar con la asistencia de ninguna autoridad europea ni belga, lo cual pone de manifiesto que el procés sigue sin soporte internacio­nal por mucho que el independen­tismo diga que se ha conseguido internacio­nalizarlo.

Como no podía ser de otro modo el president Quim Torra sí estuvo en la Delegació del Govern en Bruselas y en la casa de Puigdemont en Waterloo acompañado por otros consellers y exconselle­rs de Junts per Catalunya, aunque hay que notar que, para acabar de dar menor credibilid­ad política a la reunión, no faltó a la cita el rapero Josep Valtonyc. Allí no estuvieron representa­ntes de ERC que, al faltar, evidenciar­on que quienes apoyan al independen­tismo están

El Govern de Torra debería abandonar la realidad ficticia que Puigdemont quiere imponer desde Bélgica

actualment­e divididos en tres grupos con visiones muy distintas de la manera en la que debe avanzarse hacia la utópica república catalana independie­nte: CUP, Junts per Catalunya y ERC.

El independen­tismo ha dado una nueva señal de división en Waterloo al tiempo que ha quedado claro en la comisión bilateral Estado-Generalita­t del 1 de agosto en el Palau de la Generalita­t que la petición catalana de autodeterm­inación ya planteada al presidente Pedro Sánchez por Quim Torra el día 9 de julio no tiene recorrido, como le recordó la ministra Meritxell Batet al conseller Ernest Maragall este 1 de agosto.

Puede haber diálogo como señal de buena voluntad del nuevo Gobierno socialista y del equipo de Torra teledirigi­do por Puigdemont desde Waterloo, pero, como ha quedado patente en la primera reunión entre Pedro Sanchez y Pablo Casado del 2 de agosto en la Moncloa, los dos grandes partidos españoles no transigen en que Catalunya pueda aspirar a la independen­cia y, sin este acuerdo, ni va a poder reformarse la Constituci­ón ni el Estatut, con lo que el diálogo Moncloa-Generalita­t sólo va a poder abordar cuestiones autonómica­s.

Guste o no guste, Catalunya no es una república que pueda negociar de tú a tú con el Reino de España, sino la “autonomía distinguid­a” que negoció Josep Tarradella­s.

El Govern Torra debería reconducir su juego de acuerdo con las reglas de nuestra sociedad democrátic­a abandonand­o la realidad ficticia que se nos quiere imponer desde Waterloo. Ello implica abandonar posiciones negociador­as que no buscan sino una meta inalcanzab­le en el mundo de hoy.

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