La Vanguardia

Miró ilumina la noche

La Fundació Mas Miró explora el universo nocturno y las constelaci­ones del pintor

- SARA SANS

Miró tuvo que abandonar su Mas de Montroig del Camp cuando estalló la Guerra Civil. Huyó con su mujer y su hija, primero a París y luego a un pequeño pueblo de Normandía. Afectado, inquieto y triste, el pintor se refugió en la serie de las Constelaci­ones, que culminó cuando, por fin, en 1941, pudo regresar a su querido mas. El paisaje y la casa que fijan la esencia de Miró abrirán excepciona­lmente dos noches para mostrar ese universo nocturno del artista.

“Sentía un profundo deseo de evasión. Me encerraba libremente en mí mismo. La noche, la música y las estrellas empezaron a tener un papel cada vez más importante en mis cuadros”, dijo el propio Miró. Con las Constelaci­ones estableció una especie de diálogo con el cielo y configuró ese caracterís­tico lenguaje mironiano con astros, pájaros y mujeres. “La contemplac­ión, la poesía, la música y la noche marcan un momento en que Miró, que tiende al pesimismo, cree que todo está a punto de terminarse, que no podrá volver a hacer nada más”, explica la directora de la Fundació Mas Miró de Mont–roig del Camp, Elena Juncosa.

Tras huir de la Guerra Civil, estalló la Segunda Guerra Mundial, lo que obligó a Miró y a su familia a un nuevo y dramático periplo. Viajaron en tren. Él, con la carpeta con las diez primeras Constelaci­ones –acabarán siendo 23– bajo el brazo. “Se plantearon ir a Estados Unidos, donde ya se había instalado su amigo el arquitecto Josep Lluís Sert, pero Miró no podía ir lejos del lugar que le inspiraba; así que se refugiaron en Mallorca, donde siguió trabajando en las Constelaci­ones , y en cuanto pudo, en verano, volvió a Mont-roig, donde acabó los tres últimos cuadros de la serie”, añade Juncosa. Bajo ese mismo cielo y coincidien­do con las lágrimas de San Lorenzo, la Fundació Mas Miró propone un viaje único al universo nocturno del artista las noches de los días 12 y 13 de agosto.

El recorrido por el recién inaugurado espacio, en el que Miró decidió dedicarse a la pintura y pasar todos los veranos de su vida (salvo los que estuvo forzosamen­te exiliado por la guerra), arrancará en el interior de la casa. Pasará por la bodega, el comedor, la sala donde recibía a las visitas, las habitacion­es, la capilla...

Excepciona­lmente también se abrirán algunas terrazas para poder contemplar el mismo paisaje que alimentaba al artista: “El espectácul­o del cielo me trastoca. Me siento alterado al ver, en un cielo inmenso, la luna creciente o el sol”, decía. La propuesta también incluye una visita al taller, que se mantiene tal cual lo dejó el propio Miró. La cena se servirá en los jardines, en el mismo sitio desde el que el artista pintó su celebrada La masia –el cuadro que adquirió su amigo Hemingway y que se expone en la National Gallery of Art de Washington, aunque este otoño viajará a París– y que el artista considerab­a “un resumen de toda mi vida en el campo”.

La directora de la Fundació Mas Miró explicará la importanci­a de las Constelaci­ones ,ylaexperie­ncia nocturna mironiana culminará con una charla sobre el universo a cargo del astrónomo Joan Genebriera. Las visitas, que tienen aforo limitado y costarán 60 euros, comenzarán a las ocho de la tarde.

El paisaje y la casa que fijan la esencia del artista abrirán excepciona­lmente dos noches en agosto

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. Las noches del domingo y el lunes próximos se podrá visitar el Mas Miró y cenar en el jardín, bajo las estrellas

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