“No aceptaremos sentencias por el 1-O como si nada”
El president defiende la unilateralidad para llegar a la independencia catalana
Torra cree que ganar Barcelona es vital para el soberanismo
El Palau de la Generalitat era terreno desconocido para Quim Torra cuando tomó posesión como president. Una carencia que se resolvió con un tour de urgencia. Lo que le rondaba por la cabeza a Torra no era ubicar los puntos habituales de supervivencia –¿la nevera y el baño?–, sino el balcón, “por si acaso”; la azotea, y los túneles…
Hay leyendas de todo tipo sobre esos túneles – “no llevan a ninguna parte”, “están tapiados”, asegura el personal del Palau en función de quien pregunta–. Supuestamente, en la Casa dels Canonges hay uno que va al Palau y otro al Parlament, pero los siguen buscando...
Lo que busca el relato de Torra es una salida. “Tenemos que pensar muy bien lo que hacemos en los próximos meses”, murmura el president estos días. No es sólo una reflexión personal, sino un desiderátum que alcanza hasta la Moncloa.
Desde su reunión el 9 de junio, Torra no ha vuelto a hablar con Pedro Sánchez pero la interlocución entre el mando político del Govern y del Gabinete de Sánchez se ha ido engrasando. Y la pregunta en todos los casos no es qué hará el independentismo, sino qué hará Sánchez.
El president intenta situar en el relato independentista términos como “sacrificio”, “esfuerzo” y “preparación” para cuando llegue el momento. Pero no hay calendario, ni metodología. La conferencia en la que Torra trabajará este verano difícilmente aclarará el escenario porque el president habla de “hacer efectiva la república”, ERC de “hacer república” y la CUP vive de enseñar tarjetas rojas.
La procesión independentista va por dentro. En el Govern y en el Parlament. El choque de estrategias evidente entre los socios del Consell Executiu se ha convertido en choque personal, incluso dentro de los partidos que integran los grupos parlamentarios de JxCat y ERC. Al traumático relevo de Marta Pascal al frente del PDECat se sumará en septiembre la reorganización del grupo en el Congreso, y la hostilidad de alguna dirigente jubilada de Demòcrates con los republicanos ha disparado algunas alarmas silenciadas dentro del grupo de ERC en el Parlament. Luego están los escarches de los CDR y su “Desobeïu o dimitiu”.
Sólo la contraposición de discursos con el Madrid político sirve de amalgama. En el Gobierno de Sánchez sorprendió la beligerancia de Ernest Maragall al dar cuenta de la primera reunión de la Comisión Bilateral desde hacía siete años. La Moncloa se da por satisfecha con el calendario de citas bilaterales fijado hasta diciembre y resta importancia al tono: “La vía del diálogo sigue abierta”.
Sánchez ha tendido un cordón sanitario en torno a su apuesta en Catalunya que aísle el discurso belicista del nuevo PP. La receta de Pablo Casado persiste en el error de diagnóstico. El independentismo no es un suflé, ni un espejismo ni el Guadiana. Torra aplica lo que denomina “doctrina Tortosa”, la indiferencia, y Sánchez mantiene su determinación de apartar el conflicto catalán de los tribunales y centrarse en la política.
Torra y Sánchez se citaron en Barcelona en octubre, es ahí donde desde el Palau de la Generalitat se sitúa la posibilidad de algún acuerdo efectivo, pero antes se encontrarán en el aniversario de los atentados yihadistas. El president irá ese mismo día a visitar al exconseller Quim Forn a Lledoners. Desde esa cárcel, Puig de les Basses y El Catllar, pero también desde Bruselas, surge de nuevo la pregunta: “¿A ver qué hace Sánchez?” para salir del túnel.
Torra y el presidente del Gobierno no han vuelto a hablar desde su cita en la Moncloa; volverán a verse en octubre