La buena agricultura
Algaiarens, La Vall i Son Felip, en Menorca, inician un proyecto pionero para regenerar el suelo, preservar el paisaje y conservar el agua, actuaciones clave en esta reserva de la biosfera
Darren Doherty se acuclilla sobre el campo recién segado y mide la temperatura: 45 grados. Hace lo mismo tres metros más allá, en los márgenes del bosque, donde la hierba, a salvo de los cultivos de cereales, crece en libertad: 30 grados. La diferencia explica el salto abismal que hay entre la vida y la muerte del suelo, entre una agricultura que explota hasta el límite los recursos naturales, y una tierra que, tozuda, demuestra todo lo que puede dar cuando se la trata con sentido común.
Doherty hizo el experimento a finales de junio en Algaiarens y Son Felip, dos fincas de Menorca, que han apostado por una agricultura regenerativa, es decir, capaz de restituir los nutrientes al suelo, haciéndolo más fértil, más productivo y más rentable. Una agricultura que no depende de los fertilizantes químicos –los omnipresentes NPK, nitrógeno, fósforo y potasio–, nutrientes artificiales que alimentan la planta pero destruyen el terreno.
Doherty, invitado por Organic Managers, una entidad sin ánimo de lucro que difunde la agricultura orgánica, reunió a un centenar largo de agricultores y ganaderos menorquines en la sala polivalente de Mercadal. Al interés por aprender nuevos métodos agrícolas se unía la inquietud por mejorar la gestión del territorio.
Menorca es reserva de la biosfera desde 1993. Sin embargo, en estos 25 años, como han puesto de relieve los científicos que velan por la calidad medioambiental de la isla, el equilibrio entre sostenibilidad y turismo se ha roto, esencialmente, por una falta de voluntad política para afrontar problemáticas clave como la conservación del agua, la degradación del territorio, la gestión de los residuos y el aumento de la demanda de energía sin que haya una apuesta total por las renovables.
Doherty pertenece a la quinta generación de una familia agraria en la región de Bendigo, Australia, un país sin subvenciones a la agricultura, donde el agricultor se ve obligado a hacerlo muy bien para añadir valor a sus productos.
Doherty ha llegado a Menorca para trabajar en Son Felip y Algaiarens, fincas, esencialmente, de cereales y olivos al norte de Ciutadella. Su objetivo es aumentar la fertilidad y el rendimiento de la tierra sin recurrir a los NPK.
Más fertilidad implica una pro- ductividad mayor y de mejor calidad, lo que permite también vender más caro, es decir, garantizar la sostenibilidad social de la agricultura.
“La agricultura es la actividad más importante del hombre –asegura Doherty–. Nos da de comer y, bien realizada, preserva la calidad del agua, del aire y del suelo. Los alimentos que produce, además, son mucho más saludables. Menorca está en una buena posición para conseguir una agricultura que redunde en la buena gestión del territorio y, por lo tanto, en un mejor bienestar social”.
“Durante 10.000 años, hasta la revolución industrial, la agricultura fue orgánica –explica Doherty–. Ahora, en vez de mirar al pasado orgánico, hay que mirar al futuro regeneracionista. Hemos de recuperar el suelo y cultivar con más sentido común. Después de haber trabajado en más de 3.000 proyectos en más de 50 países no he conocido a ningún campesino que quiera degradar la tierra, pero aún así lo hacen con prácticas que aceleran la desnutrición y la desertificación”.
Doherty propone apostar por los cultivos orgánicos de cereales antiguos –más valor añadido– y combinarlos con ganado vacuno, base de la industria del queso de Mahón, así como con olivares.
Los cultivos, además, deben diseñarse teniendo en cuenta el terreno, para aprovechar el agua al máximo. “las fincas –como explica Manel Badia, socio de Doherty en Organic Managers–, se diseñan para que desagüen cuando llueve y luego hay que utilizar una bomba para regar sacando agua del pozo. No tiene lógica. Es mejor arar en un sentido que ayude a retener el agua, preservando, además, la cubierta vegetal.”
“El mejor fertilizante –tercia Doherty– es el agua bien utilizada. Se puede ahorrar hasta un 90% de agua con un sistema de balsas que recojan el agua de lluvia y una red de riego con plástico”.
El agua bien utilizada permite mantener la hierba, aún después de segado un campo de cereales, y esto es importante porque refresca el suelo, y lo nutre. Asimismo, filtra el agua, que llega más pura al acuífero. “Veo a mucha gente abrazando árboles centenarios –dice Doherty– y a nadie abrazando los pastos. Deberían hacerlo”.
Los pastos ayudan a fijar el carbono –no se remueve la tierra al arar– y, en Menorca, la enclova, una planta de hoja granate que introdujeron los ingleses, ayuda a fijar el nitrógeno. Estos recursos, en manos de un agricultor regeneracionista, ayudan a aprovechar la energía del suelo para alimentar la planta sin fertilizantes químicos. Al tiempo que se ahorra dinero se alcanza la sostenibilidad medioambiental y social.
Doherty recuerda a los agricultores menorquines que una vez Roosevelt, presidente de Estados Unidos, dijo que si destruimos el suelo nos destruimos a nosotros mismos. “Nuestra prioridad, por lo tanto, debería ser preservarlo”.
Las prácticas agrícolas adecuadas pueden ayudar a salvar Menorca de la presión del turismo
Darren Doherty defiende una agricultura que también sea sostenible socialmente