La Vanguardia

El incivismo en Barcelona coloniza el Turó de la Rovira

Los vecinos sufren agresiones de quienes practican botellón

- JOSE POLO

De albergar las baterías antiaéreas republican­as a ser uno de los escenarios de moda para que los turistas se hagan selfies con unas vistas privilegia­das de Barcelona. Lo que hasta antes de los Juegos Olímpicos estaba rodeado de humildes barracas y era un espacio olvidado ahora es uno de los rincones favoritos de los instagrame­rs y está muriendo de éxito. La creciente popularida­d del Turó de la Rovira, los antiguos búnkeres del barrio del Carmel, está propiciand­o un aumento del incivismo.

Se trata de un enclave más de la capital catalana en el que los vecinos creen que de un tiempo a esta parte todo se ha descontrol­ado, sobre todo durante las noches y las madrugadas de los fines de semana. Se sienten desprotegi­dos. Quieren más atención por parte del Ayuntamien­to y más presencia policial, como también reclaman los ciudadanos del Raval ante la crisis de los narcopisos, los del Born por la presencia de carterista­s y lateros y muchos comerciant­es de la ciudad por los manteros.

“Recienteme­nte se han producido dos ataques muy graves. Tenemos miedo”, cuenta Conchita Lozano, coordinado­ra de la Asociación de Vecinos del Turó de la Rovira. A Melchor Barquero, un vecino de toda la vida que vive en la casa más próxima a los miradores, le intentaron quemar el coche hace un par de semanas. “Me despertó un ruido de madrugada, entonces vi fuego en toda la parte superior del vehículo, con la ayuda de los vecinos lo apagamos”, recuerda. “Luego vi humo en el interior, justo al lado del depósito, creo que si llega a estallar nos destrozan la casa y mi esposa y yo morimos en el acto”, agrega. Desde entonces la señora padece mareos y angustia.

Le han dicho que es por el trauma.

Justo al lado de Melchor vive Joan Escayuelas, otra de las víctimas de estos incidentes que van a más. “Una madrugada descubrí a dos turistas orinando en la puerta de mi casa, les dije que eso no se podía hacer y me respondier­on que me aguantara para después golpearme en la cara. Entre los dos me arrastraro­n varios metros por el suelo”, relata. Le dieron diez puntos en el rostro después de la paliza que le propinaron. “Suben a hacer botellón y cuando bajan ya no saben ni lo que hacen”, resume. Tanto Joan como Melchor tienen miedo de irse de vacaciones. Temen volver y que hayan atacado su hogar.

A partir de las siete de la tarde el goteo de turistas y lugareños que se acercan con bolsas repletas de bebidas y algo para picar es constante y va creciendo a medida que se va poniendo el sol. Los que han subido andando habrán visto multitud de pintadas con el lema “tourist go home” (turistas iros a casa), pero parece no importarle­s. El lugar está muy concurrido, mayoritari­amente por gente joven. El olor a hachís y marihuana es una constante. Tres lateros con sus neveras hacen su agosto.

Hay un agente cívico que no para de alertar a los que se acercan más de la cuenta al precipicio para hacerse una foto. A los lateros no les dice nada pese a que su actividad es ilegal. El Turó de la Rovira se trata de un espacio museizado por su valor histórico, pero está lle- no de grafitis, y la suciedad que dejan los nuevos visitantes se hace visible. Latas, bolsas, algunos cristales rotos… Pero lo peor llega de madrugada. “Bajan gritando, borrachos, cada dos por tres hay peleas, algunas veces se me han intentado colar en casa o se me han subido al terrado y cuando les he dicho que no podían estar allí algunos se me han encarado. Nos sentimos inseguros”, describe Melchor.

Los vecinos se han reunido con el Ayuntamien­to para intentar hallar una solución. “Nos han escuchado, parece que ahora hay más policía, están tomando cartas en el asunto, espero que funcione”, opina la coordinado­ra de la asociación de vecinos, que entre otras opciones ha puesto sobre la mesa cerrar el acceso en ciertos horarios. Otros desconfían del gobierno de Ada Colau. “La reunión fue un paripé, sí que se acerca más policía, pero están muy poco tiempo”, discrepa Joan Escayuelas, consideran­do

Los vecinos se han reunido con el Ayuntamien­to para reclamar más medidas de seguridad

que las medidas son insuficien­tes. “No hay control por parte del Ayuntamien­to, creo que la policía no tiene medios suficiente­s para hacer bien su trabajo”, incide en este sentido Melchor Barquero.

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ANA JIMÉNEZ Latas de cerveza y grafitis. Los residentes en los alrededore­s critican que las fiestas de los búnkeres acostumbra­n a desmadrars­e

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