Sabotaje a la OMC
En la reciente minicumbre entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, donde se logró evitar por el momento una guerra comercial entre las dos potencias económicas, se anunció que ambos trabajarán para “reformar” la OMC, la Organización Mundial del Comercio, el organismo multilateral árbitro del comercio mundial. A pesar de ello, la delegación europea se fue de Washington con la sensación clara de que a Trump no le gusta la OMC, como tampoco le gustan otros acuerdos similares, sean sobre el medio ambiente o la seguridad, porque cree que infringen la soberanía norteamericana.
Mientras Estados Unidos asegura apoyar esta reforma, extraordinariamente preocupante es su actitud de sabotaje de la organización desde dentro y más concretamente su política de paralizar el tribunal comercial, el Órgano de Solución de Diferencias y su tribunal supremo, el Órgano de Apelación. Desde hace meses, y abusando del principio del consenso que obliga a la unanimidad –o al menos a la no oposición– en la toma de decisiones, la delegación estadounidense se niega a dar su consentimiento a las candidaturas para reemplazar a jueces del tribunal cuyo mandato temporal ha expirado.
Esta situación ha ocasionado que de los siete miembros que por norma tiene el tribunal –uno de ellos, siempre estadounidense– ya sólo queden tres, lo que quiere decir que este organismo va a llegar pronto a una parálisis total eliminando así uno de los pilares básicos del funcionamiento de la OMC, que es el de la solución de conflictos comerciales. Trump, tan aficionado al antagonismo y la confrontación, ha amenazado con abandonar la OMC porque este organismo “va contra EE.UU.” o trata a su país “muy mal”, dos de las casi ocho declaraciones que el presidente hace de promedio cada día y que son falsas o tendenciosas, según el cómputo que hace regularmente el diario The Washington Post.
Pero Trump sabe que no puede abandonar la OMC con una de sus órdenes ejecutivas ya que debe ser el Congreso el que decida si Estados Unidos abandona o no la institución, y no parece haber mayoría en ningún partido para ello. El consenso es que abandonar el organismo ocasionaría un grave daño a
Trump está bloqueando la renovación de los jueces del organismo multilateral para llevar la presión al límite
la economía estadounidense y llevaría a una situación de gran inestabilidad económica.
Muchos diplomáticos y negociadores en la OMC creen que esta situación es un producto más de la difícil relación entre Estados Unidos y China y se preguntan si se trata de un intento de dinamitar la organización desde dentro o simplemente de usar el Órgano de Apelación como rehén para mantener una presión al límite y lograr una reforma al gusto del presidente, quizás imposible. China es el país que quizá más se ha beneficiado de la OMC y tiene tendencia a pisotear sus reglas mientras alaba el multilateralismo y la apertura comercial que no siempre practica. El problema será convencerles de cambiar un sistema que tanto les ha beneficiado.
Aunque China no esté muy convencida de la necesidad de reformar la OMC y de acabar con algunas de sus prácticas abusivas como la apropiación indebida de la propiedad intelectual, los subsidios industriales y las distorsiones creadas por empresas de propiedad estatal, la presión de Washington puede inducir a Pekín a pensárselo dos veces y a aceptar que el poderío económico al que China aspira no se puede conseguir a expensas de todos los demás países.
¿Cómo se resolverá esa crisis? Los más optimistas creen que, como ha sucedido en el pasado, lo mejor es mantener la calma. Lo contrario sería volver a la ley del más fuerte, es decir, la ley de la selva.