La Vanguardia

“Un baño de bosque... salvó mi vida del caos”

- XAVIER CERVERA VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 37 años. Nací en Reusel (Holanda) y vivo en Barcelona. Soy periodista, editora de revistas de psicología, naturaleza y salud. Vivo en pareja, sin hijos. ¿Política? Ecologismo de izquierdas. No profeso ninguna religión. Paseo, leo, hago yoga... en el bosque: me doy baños forestales.

Qué es un baño forestal? Tú entra en un bosque... ¿Qué bosque es su favorito? Los pirenaicos, la tupida Selva Negra alemana, los bosques colosales de Nueva Zelanda, los virginales de Tasmania, la Patagonia..

Así cualquiera...

No, no busques excusas: hay bosques cerquita, todos tenemos algún bosque a mano.

Pongamos que entro: ¿qué hago?

Camina.

Camino.

Antes yo corría: era runner, me gustaba correr por el bosque. Un día, ¡crack! El pie.

¿Se rompió?

Padecí una lesión muy dolorosa, tuve que dejar de correr. Y un día volví al bosque... a caminar. ¡Fue una revelación!

¿Qué descubrió?

La atmósfera del bosque, los aromas del suelo, el perfume de las floracione­s, el temblor de las ramas, la fricción de las hojas agitadas por la brisa, la música de los pájaros, el tacto de los troncos...

Muy hermoso.

¡Y muy sanador, también! Yo estaba al borde del colapso... y el bosque me salvó.

¿Qué le pasaba?

Mi trabajo en Amsterdam me desbordaba, me atenazaba el estrés, la responsabi­lidad me angustiaba, estaba agobiada, acelerada, desencajad­a, al límite de mis fuerzas físicas, mentales y anímicas, quizá de una depresión... Y en aquella crisis, recordé algo...

¿Qué recordó?

Soy una niña, estoy en la cama y mi padre me despierta, y me levanto en pijama: nos vamos al bosque, con linternas, sin hacer ruido. Todavía no ha amanecido en el bosque...

¿Vivían en el bosque?

En una granja. Y teníamos un bosque cerca. Y entonces nos sentábamos en un montículo. Y, al poco rato... ¡amanecía!

¿Y?

¡La luz brillante, los colores del cielo, el verde de los árboles! ¡Los pájaros enloquecía­n de alegría, le cantaban al nuevo sol! Una vez vivida aquella belleza compartida, los dos volvíamos y desayunába­mos juntos.

¿Y qué hizo con ese recuerdo súbito?

¡Obedecerle! Aquel día, desafiando la agenda laboral más agobiante en semanas, me levanté temprano, cogí mi coche... y conduje hasta el bosque próximo.

¿Para huir y olvidarlo todo? Para salvar mi vida de aquel caos por mí creado: ¡volví serena, firme, fuerte, repleta de energía! Hice ese día todo lo que debía hacer, con eficacia y sin perder los papeles.

¿Gracias al bosque?

¡Sí! Aquel rato en el bosque fue mi mejor inversión del día, de mi vida. Porque desde entonces repito mis baños de bosque.

Iba a explicarme en qué consiste...

Estás ya en el bosque. Estírate en el suelo... Mira las copas de los árboles, el cielo... Respira hondo... Siente la tierra bajo tu cuerpo...

Será agradable, eso seguro...

Agradable y algo más: ¡curativo! Álzate y abraza un tronco de árbol, siente la vitalidad de sus savias, la energía que lo yergue... Respira ese aire pletórico de fitoncidas...

¿Fitoncidas?

Compuestos orgánicos volátiles secretados por las plantas, antifungic­idas, antibiótic­os, aromáticos... Los bosques de pinos y coníferas filtran un aire que es impecable...

¿Y cómo opera en mí todo eso?

Toca. Escucha. Olfatea el petricor, ese olor del humus: ¡es calmante! Y mira las bifurcacio­nes de las ramas, de las flores: estructura­s fractales, y contemplar­las ¡te sosiega! La ciencia lo confirma: ¡es sanador!

¿Acaba de describirm­e un baño de bosque?

Así es: shinrin-yoku, lo llaman los japoneses. Lo practican desde siempre, dada su reverencia milenaria hacia la naturaleza. Y, hoy, numerosos estudios científico­s ya corroboran lo terapéutic­o que es el baño forestal.

¿En qué casos, para qué dolencias?

Los occidental­es urbanitas padecemos “trastorno por déficit de naturaleza”, que se traduce en estrés, ansiedad, angustia, insomnio, astenia, pesimismo, depresión, hipertensi­ón, arritmias, asma, alergias, déficit de atención...

¿Un baño de bosque..., y curado?

Pasar un par de horas en el bosque, dos o tres veces por semana, regula la presión arterial, ralentiza el ritmo cardiaco, modula los niveles de adrenalina, previene dolencias cardiovasc­ulares y fortalece las células NK.

¿NK?

Natural killers: defensas naturales. Tonifica tu sistema inmunitari­o.

Agradeceré al que ahora me diga “cómprate un bosque y piérdete”...

Ja, ja, ¡sí! Ayudarás a que se recupere tu sistema nervioso parasimpát­ico –¡nervios templados, dormirás mejor!–, descenderá tu cortisol en sangre: crecerá tu buen humor.

¿Tanto mal nos hace habernos olvidado del bosque?

Poner los pies en su suelo aquieta tu mente y te devuelve a tu naturaleza: ¡de ahí vienes! Contempla su belleza: es tan inspirador­a, insufla tanta creativida­d... Cada vez que me siento agitada y confusa, no lo dudo: entro en un bosque... y salgo esclarecid­a.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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