Los temas del día
La reacción del equipo municipal de Barcelona a las críticas de la oposición por los problemas de incivismo y delincuencia, y los retos que se le plantean al flamante Ministerio para la Transición Ecológica.
DESDE hace unos días este diario viene publicando reportajes sobre diversos enclaves de la ciudad de Barcelona donde este verano proliferan situaciones de incivismo y de inseguridad cada vez más graves sin que la autoridad municipal les ponga remedio. Son episodios que se viven en las playas, calles y plazas de diversos barrios de la capital catalana y con distintos protagonistas: manteros, narcotraficantes, turistas ebrios, toxicómanos, etcétera.
Esta situación, con el detonante último de la agresión de un mantero a un turista, fue la que llevó a la oposición municipal –excepto la CUP– a forzar la convocatoria, ayer, de una comisión extraordinaria de seguridad. Como se preveía, la reunión sirvió para que PDECat, ERC, Cs, PP y PSC acordaran la reprobación –la tercera en cuatro meses– de la alcaldesa Colau por su incapacidad para solucionar los problemas de incivismo de la ciudad y exigieran su dimisión como concejal responsable de la seguridad de Barcelona. Resulta descorazonador que la única reacción de la alcaldesa accidental, Laia Ortiz, fuera acusar a la oposición de alarmismo y de “hacer un frente común contra Barcelona”. Pocos argumentos y nula autocrítica. Consecuencia final: cruce de acusaciones, fruto del clima de precampaña electoral, y ninguna solución a los problemas.
Porque las que hasta ahora se han aplicado para revertir este clima de degradación de la ciudad son pocas, escasamente imaginativas y, lo que es más lamentable, llegan muy tarde. Pagar horas extras para que unos cuantos guardias urbanos más patrullen los puntos sensibles de la ciudad o poner de servicio agentes recién matriculados no es más que un parche que no arreglará el problema. Y a nivel político, que los dos máximos responsables de la gestión de la ciudad, la alcaldesa Colau y el primer teniente de alcalde Pisarello, estén de vacaciones al mismo tiempo no transmite la mejor imagen.
Desde el comienzo de su mandato, con la Guardia Urbana de uñas y un discurso más empático con el activismo que con los cuerpos policiales, las políticas de seguridad han sido uno de los temas que más le ha costado manejar a Colau. Ni se ha valorado ni se han puesto recursos para mejorar el trabajo de la Guardia Urbana. Y ahora que tiene el problema sobre la mesa, la alcaldesa pide que haya más mossos en la calle, aunque es muy cierto que tampoco la colaboración del Govern con la ciudad en este aspecto puede considerarse la adecuada, ni mucho menos. Por otra parte, reclamar la presencia de más policías autonómicos es aceptar, por fin, que tienes un problema.
Todo ello, como decíamos, evidencia que las soluciones que se están tomando son coyunturales, para salir del paso, por lo que son necesarias más que nunca políticas preventivas en seguridad y civismo consensuadas entre partidos e instituciones. Prevenir es planificar, cuantificar los recursos humanos y materiales para garantizar el éxito de las medidas que se toman y dar apoyo y respaldo a los cuerpos de seguridad que han de llevarlas a cabo sobre el terreno. Y queda claro que no se puede hacer política preventiva en seguridad si no hay policía uniformada en las calles, sean urbanos, mossos o ambos a la vez. Su efecto disuasorio sobre el pequeño delincuente es evidente, y ofrecen una imagen de seguridad que barceloneses y turistas agradecen. Y sobre todo hay que recordar que la primera prevención es hacer que se cumplan las normas, algo que desgraciadamente en la actualidad no ocurre.