La Vanguardia

El singular caso de los dos reclusos

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Acercamien­to o traslado. El movimiento de los presos de ETA Olga Sanz y Javier Moreno de la cárcel de Villabona (Asturias) a la de Basauri ha abierto un debate político a la hora de definirlo. Con la apuesta pública de Pedro Sánchez de acabar con el alejamient­o, la polémica no es baladí. Las circunstan­cias de los dos exetarras no hacen, sin embargo, de su caso el descorche del acercamien­to. Integrante­s del comando Bizkaia y detenidos en 1998, su posicionam­iento ha evoluciona­do en prisión, donde han cumplido 20 años. A haber alcanzado las tres cuartas partes de su condena se suman el rechazo a la violencia, la desvincula­ción de ETA y el pago de toda la responsabi­lidad civil. También el perdón por el daño causado. Sin, además, delitos de sangre, Institucio­nes Penitencia­rias no dudó en concederle­s el tercer grado. Pareja sentimenta­l y padres de una niña, solicitaro­n este año el traslado a Basauri, donde residen sus familiares, para terminar de cumplir su pena en régimen abierto. Sanz llevará una pulsera telemática y no tendrá que regresar a la cárcel. Moreno cuenta con permisos para buscar trabajo y, de encontrarl­o, sólo acudirá al centro a dormir. Ejemplo de reinserció­n, su caso se aleja mucho del de otros etarras que no han renunciado a la banda y entronca con la extinta vía Nanclares. El movimiento de los presos mayores y enfermos sí responderí­a a un acercamien­to, para el que la ley no fija requisitos. Sí lo hace para los traslados. Sanz y Moreno los cumplían escrupulos­amente.

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