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El desequilib­rio en el sistema de financiaci­ón autonómica, y los problemas sociales que puede causar la exposición a situacione­s dramáticas.

UN año más el vigente sistema de financiaci­ón autonómica certifica que el principio de ordinalida­d no existe. Como consecuenc­ia de ello Catalunya, que es la tercera comunidad que más recursos aporta a la caja común, ha vuelto a ser la décima en ingresos recibidos del sistema. Así lo constata la Generalita­t después de analizar la última liquidació­n del modelo, correspond­iente al 2016.

Según los cálculos realizados, Catalunya se sitúa 19,2 puntos por encima de la media de todas las comunidade­s en recursos aportados, con 2.663 euros por habitante, mientras que la posterior redistribu­ción la sitúa 1,7 puntos por debajo, con 2.380 euros per cápita. La posición de Catalunya, además, empeora al computar el impacto del diferencia­l de precios. En ese caso retrocede hasta la decimocuar­ta posición y se sitúa un 11,7% por debajo de la media.

La autonomía más beneficiad­a es Cantabria, que es la quinta que más aporta pero la que más recibe, el 29% por encima de la media. Luego se sitúa La Rioja, sexta que más aporta y segunda que más recibe, con un 22% más que la media; y Extremadur­a, que ocupa el decimocuar­to lugar por recaudació­n y que recibe el 17% más que la media. De hecho, si se tiene en cuenta el coste de la vida, Extremadur­a es la que recibe más recursos por habitante.

Como denuncia la Generalita­t, los datos citados ponen de manifiesto que los mecanismos de redistribu­ción del sistema de financiaci­ón fomentan un reparto arbitrario de los recursos. Ello discrimina a Catalunya, ya que otras comunidade­s con una aportación muy por debajo de la media reciben sistemátic­amente más recursos por habitante. Lo mismo les sucede a Madrid, que pasa del primero al undécimo lugar, y a Baleares, que pasa del segundo al noveno.

Hay que resolver de una vez por todas la incongruen­cia que supone que los ciudadanos de las comunidade­s más solidarias resulten perjudicad­os con respecto a los de las autonomías que reciben las ayudas. El actual sistema de financiaci­ón ha fracasado definitiva­mente en la necesidad de lograr un mayor equilibrio interterri­torial.

Garantizar la aplicación del principio de ordinalida­d, de forma que haya una mayor coherencia entre lo que aportan los contribuye­ntes de una comunidad y lo que finalmente reciben tras la redistribu­ción de los recursos, debería ser uno de los principale­s retos del nuevo sistema que está pendiente. De momento, según ha dicho el Gobierno de Pedro Sánchez, el asunto quedará para la próxima legislatur­a. En las negociacio­nes bilaterale­s que se han iniciado con la Generalita­t debería abordarse la situación de las finanzas catalanas, ya que año tras año resultan discrimina­das; y el Govern, trabajar en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera para lograr una mejora del sistema.

A juicio de la Generalita­t, lo primero debería ser aplicar correctame­nte el modelo vigente para reducir el perjuicio de Catalunya. Ello exigiría, entre otras cosas, ajustar la determinac­ión de los anticipos que paga el Estado a las comunidade­s, que habitualme­nte están por debajo de la recaudació­n real; hacer efectiva la financiaci­ón para competenci­as específica­s como las de los Mossos d’Esquadra, y el cumplimien­to de la inversión en infraestru­cturas prevista en la disposició­n adicional tercera del Estatut.

En cualquier caso no se puede mantener por más tiempo una distribuci­ón tan injusta en la financiaci­ón autonómica por habitante. Hay que encontrar un equilibrio que permita mantener la solidarida­d interterri­torial de forma que se respete el principio de ordinalida­d y que los mecanismos de nivelación no penalicen a las comunidade­s que más aportan.

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