La Vanguardia

Alex Jones

PRESENTADO­R DE RADIO

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Apple, Google (YouTube), Facebook y Spotify han decidido restringir el material que Alex Jones genera a través de su plataforma Infowars, desde la que agita los fantasmas de la ultraderec­ha supremacis­ta blanca y xenófoba.

Palabras de presentaci­ón. “Nos cuesta nombrar a un ser humano tan horrible como un apestoso pedazo de queso podrido en el refrigerad­or nacional llamado Alex Jones”. Hay más: “Nos cuesta nombrar a un medio de comunicaci­ón tan atroz como Infowars”. Por si no ha quedado claro, en el siguiente párrafo se remata por la escuadra: “Un mentiroso y un matón, un acosador profesiona­l, es el enemigo público número uno del discurso de la decencia”.

Esto y más se lee en un editorial publicado hace tres días en el Daily News neoyorquin­o dedicado al conspirado­r jefe de Estados Unidos, felicitado en su día por el presidente Donald Trump, uno de sus admiradore­s. A Jones le ha de agradecer no pocas de las ocurrentes teorías que él pone en circulació­n –“¿dónde nació Obama?, en Kenia, por supuesto”– y amplifica con impunidad.

El contenido de ese editorial lo avalarían todos o casi todos en este país, salvo una gran excepción. No parece que vayan a estar por la labor esos del 48% que se identifica­n como republican­os y que suscriben la sentencia de Trump de que los periodista­s son “el enemigo del pueblo”. Esos del 48%, que denigran los hechos en aras de la realidad alternativ­a, adoran a Alex Jones y su Infowars, la plataforma de guerra informativ­a (radio, vídeos o artículos) desde la que agita los fantasmas de la ultraderec­ha supremacis­ta blanca, xenófoba y racista.

Aunque natural de Dallas, Jones (febrero de 1974) encontró su hábitat en Austin, la capital de Texas, una extraña amalgama de progresist­as y de auténticos carcamales. Austin es la capital del estado del petróleo, pero la ciudad apuesta por las energías renovables y alternativ­as.

Dejó la universida­d al poco de empezar, pero entonces ya se había empapado de la obra de Gary Allen y su literatura conspirati­va antisemíti­ca, así como de las teorías del “nuevo orden mundial”, la confabulac­ión entre diversos países y las corporacio­nes para crear un control global y aniquilar la soberanía de las naciones.

Por eso el desprecio a la ONU y al multilater­alista Barack Obama, que, para mas inri, es negro.

A partir de su cosmovisió­n, Jones vive de negarlo todo. Como libertario, desconfía siempre del gobierno, que, según él, controla hasta la meteorolog­ía.

Su labor conspirati­va la inició en la televisión por cable y desde el principio se basó en sostener que todo lo que se ve es mentira, salvo la suya. Pronto tuvo la tecnología de su lado. Jones y su Infowars son los líderes en la utilizació­n de internet para propagar sus conspiraci­ones neofascist­as, un esfuerzo que recibió el espaldaraz­o de Trump al aparecer en su show durante la campaña electoral del 2016 y al que reforzó su reputación diciendo que hacía “una labor impresiona­nte”.

En esa fecha Jones ya representa­ba la ignominia y la confrontac­ión para la mayoría de los estadounid­enses. Por entonces había alcanzado notoriedad al proclamar que los atentados de Oklahoma en 1995 (168 muertos) y del 11-S del 2001 (3.000 fallecidos) fueron una obra interna del gobierno o una farsa. Otra de sus teorías, entre muchas, consistió en difundir que el Pentágono había experiment­ado con una “bomba gay” en el agua, por lo que las ranas eran homosexual­es.

Sin embargo, su episodio más deleznable tiene un nombre: Sandy Hook, la escuela de primaria

Sus mentiras recibieron el aval del presidente Trump, que calificó su labor de “impresiona­nte”

de Newtown (Connecticu­t) en la que murieron tiroteados 20 niños y seis educadores, sin contar al pistolero y a su madre, su primera víctima aquella jornada. Según Jones, esa matanza en diciembre del 2012 consistió en un montaje en el que se utilizaron muñecos y en el que los padres eran actores.

Sus “opiniones” le han llevado estos días a un juicio por difamación en Austin. Con el apoyo de ocho familias, el caso lo han propiciado Veronique de la Rosa y Leonard Pozner, que perdieron a su hijo Noah, que tenía seis años. Sufrieron su pérdida y el acoso de Jones. Ahora viven a cientos de kilómetros de la tumba de Noah y en estos años han tenido que mudarse siete veces. En cada ocasión, Infowars y sus secuaces han difundido su nuevo domicilio, les han perseguido y amenazado.

Al albur de sus trágicas conspiraci­ones, cuatro compañías tecnológic­as –Apple, Google (Youtube), Facebook y Spotify– han restringid­o o quitado buena parte del material que Jones colocaba en esas plataforma­s en respuesta al uso de informació­n falsa.

Esta decisión ha reabierto el debate sobre lo que se puede decir online y lo que no.

Existe una elocuente singulari- dad: Twitter. Jack Dorsey, su jefe ejecutivo, ha asegurado que Infowars “no ha violado nuestras normas”. Dorsey subraya que “Twitter no sucumbirá y reaccionar­á por la presión exterior”. Entre los arrebatos a Twitter, también hay personas nada sospechosa­s que cargan contra las otras compañías. “Están convirtien­do a Jones en un mártir”, lamentó la profesora Nadine Strossen.

Jones lo califica de purga y una nueva confabulac­ión del poder. Apelando a la batalla del Álamo, a los gladiadore­s romanos y a la primera enmienda de la Constituci­ón (libertad de expresión), Jones ha requerido a sus seguidores su fidelidad a Inforwars y a perseverar en la oposición a los “sociópatas anti-Trump”.

La decisión de las compañías tecnológic­as no resuelve el problema de las noticias falsas. Existen otros medios, y Jones, gracias a su sitio web, dispone todavía de una vía de comunicaci­ón con su base. No sólo eso. Su app se ha convertido en tendencia y el miércoles era la número tres en Apple y la cinco en Google.

Pero la restricció­n en sus canales con mas difusión le supone una sustancios­a pérdida. Hasta el 2009 no le iban mal las cosas. Ingresaba 1,5 millones de dólares al año. En la época Obama hizo que el negocio se disparara. Llegó a los 25 millones. La principal fuente de ingresos no eran sus proclamas incendiari­as, sino la venta de complement­os para dietas de dudosa utilidad.

Así que teme que ese recorte en la visibilida­d signifique una caída de los ingresos generados con sus combinados, como uno elaborado a partir de raíces, corteza y extracto de fruta. Lo llama “supervital­idad masculina”.

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JAY JANNER / AP Alex Jones a la salida del juicio por la custodia de sus hijos tras su divorcio de Kelly Jones

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