El ministro de todo lo que se mueve
El responsable de la cartera de Fomento, y secretario de organización del PSOE, se muda ahora con la familia de València a Madrid
Tras una de las últimas reuniones del gabinete de Pedro Sánchez en la Moncloa, dos ministras abandonaron el edificio y se sorprendieron al ver el sol. Hacía tiempo que no lo veían, y sólo entonces se dieron cuenta. “¡Nunca salimos del despacho!”, coincidieron en su lamento. Así las cosas, no es de extrañar que José Luis Ábalos ponga cara de resignación cuando se le pregunta en qué cambió su vida, a mejor o a peor, desde que Sánchez decidió nombrarle ministro de Fomento, sin abandonar su cargo de secretario de organización del PSOE. “A mejor, aún lo estoy investigando”, ironiza.
Y admite que su nueva responsabilidad supone “la renuncia a la vida personal y familiar”. “No hay tiempo para la vida personal, no hay tiempo para uno y para los demás tampoco”, asume. “La agenda es tremenda”, reconoce. No es para menos ya que, como ministro de Fomento, Ábalos es el responsable prácticamente de todo lo que se mueve por tierra, mar y aire: trenes, barcos, aviones... ¡hasta los taxis! “Nunca mejor dicho de todo lo que se mueve, y hasta de lo que no se mueve, como son las infraestructuras”, precisa.
Ahora bien, pese a la gran carga de trabajo, todos los que le rodean admiten que nadie tiene más aguante que Ábalos. A prueba de bombas. Cuando subió a la tribuna del Congreso para defender en nombre del PSOE la moción de censura contra Mariano Rajoy, que finalmente triunfó, apenas había podido dormir tres horas: estuvo negociando hasta el alba con otros grupos parlamentarios. Y en su primera comparecencia en comisión, ya como ministro, mantuvo seis largas horas de debate con toda la oposición, sin inmutarse, sin probar bocado siquiera. “¿Vamos a comer algo?”, le rogó un asistente a la salida. “¿Ahora?”, respondió sorprendido, rumbo a la siguiente cita.
El valenciano Ábalos (Torrent, 1959) tiene una larguísima trayectoria política e institucional a sus espaldas. Ya en 1976, sin haber cumplido la mayoría de edad, ingresó en el Partido Comunista de España (PCE), aún en la clandestinidad. Pero ya compensó aquella afiliación política, bromea, con casi cuarenta años de militancia en el PSOE, al que se apuntó en 1981. Por el día ayudaba a sus padres, que vendían artesanía a los turistas, y por las noches se sacó el bachillerato y la carrera de Magisterio. Pero al final la política pudo con todo. Ya en 1983 era jefe de gabinete del delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana y en 1988 del conseller de Trabajo de la Generalitat, luego asesor en el Ayuntamiento de València, concejal, diputado provincial y finalmente diputado en el Congreso, desde el 2009 hasta que tomó posesión del cargo de ministro, ya que renunció al escaño igual que Meritxell Batet y Margarita Robles. En las batallas orgánicas del PSOE siempre apostó a la contra, “por las opciones de cambio y renovación”. Así estuvo con Josep Borrell frente a Joaquín Almunia, con José Luis Rodríguez Zapatero frente a José Bono, y con Pedro Sánchez frente a Susana Díaz, lo que le llevó a distanciarse de su viejo camarada Ximo Puig, presidente de la Generalitat valenciana. Ábalos se convirtió en el “hombre para todo” de Sánchez, y así ha llegado ahora al Gobierno.
Casado y con cinco hijos, a los que ya veía muchísimo menos de lo que quería, Ábalos tuvo que contarle a su mujer que encima sería ministro. “Ya lo intuía, por- que parecía probable después de que ganamos la moción de censura, y se lo tomó... Bueno, se alegró por mí, pero lamentó lo que suponía de renuncia hacia ella misma y los niños”, rememora. De los cinco hijos, ya sólo viven en casa los dos pequeños, una chica de 13 años y un niño de cinco. Y ahora la familia aprovecha este mes de agosto para mudarse a Madrid, porque ya era casi imposible que Ábalos pudiera volver a València los fines de semana como solía, siempre que el partido no le reclamara para protagonizar actos por toda España. “Con muchas dificultades podía volver a València algunos fines de semana, pero es muy complicado porque yo hago mucho territorio y es muy difícil conciliar”, admite. Así que ahora vivirán en la propia residencia del Ministerio de Fomento. “Yo tengo un pisito en Madrid de 37 metros cuadrados, y he intentado meter ahí a toda la familia... pero no es posible, no cabemos los cuatro”, reconoce. La nueva residencia ministerial, admite, “es bastante impersonal”. Pero tiene claro que “es de tránsito”.
El ministro apenas disfrutará de diez días de vacaciones este verano. ¿Y cómo desconecta, cómo se relaja del trabajo? “¡Ya me gustaría a mí saber cómo me puedo relajar!”, bromea. Entre sus aficiones, siempre le gustó mucho viajar, de hecho tiene recorrida toda América Latina de punta a punta. Le gusta también mucho leer, ni novedades ni best sellers, sino novelas clásicas. “¡Tengo torres de libros por leer!”.
Y las plantas. “En València tengo un minijardín. ¡Me dedico más a las plantas que nadie!”. Pero para todas esas cosas, claro está, hace falta algo de tiempo.
El veterano dirigente socialista ironiza con que aún investiga en qué cambió su vida a mejor como ministro