La Vanguardia

Una sociedad sin empatía

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LA RAE define la empatía como “sentimient­o de identifica­ción con algo o alguien” y “capacidad de identifica­rse con alguien y compartir sus sentimient­os”. Quién de nosotros no ha sentido empatía hacia las víctimas de una catástrofe natural (desde un terremoto hasta un huracán o un incendio) o de un drama bélico (civiles –mujeres y niños especialme­nte– muertos o heridos en una guerra, refugiados, emigrantes...).

Pero la avalancha diaria de situacione­s dramáticas, dolorosas y terribles que recibimos a través de los medios de comunicaci­ón y de las redes sociales hace que nos sea cada vez más difícil empatizar con las personas que las sufren. A nuestro cerebro le cuesta procesar unas imágenes que son sin duda impactante­s pero que a fuerza de repetidas van perdiendo su poder de sacudir conciencia­s y hacernos mostrar solidarida­d. Nuestra capacidad de asumir el dolor ajeno parece estar llegando, si no ha llegado ya, al límite.

La denominada fatiga por compasión es conocida clínicamen­te desde el año 1992 y en un principio su afectación se ciñó sólo al personal sanitario que convive a diario con situacione­s traumática­s física y emocionalm­ente, lo que les hace agotar su depósito de empatía. Pero, como signo de los tiempos que vivimos, esa fatiga por compasión, ese síndrome de la falta de empatía se ha extendido a la sociedad en su conjunto. Está estudiado que cuantas más malas noticias recibe una persona, más disminuye su capacidad de articular una respuesta empática. Es obvio que no todos los seres humanos somos iguales y por eso los hay con mayor sensibilid­ad que otros hacia los demás, como también es habitual que empaticemo­s más con las personas que sufren una situación si en ella también pudiéramos vernos eventualme­nte involucrad­os nosotros mismos. La compasión también tiene categorías.

Los expertos atribuyen una parte de la responsabi­lidad de que se haya llegado a esta pérdida de sensibilid­ad y solidarida­d ante el dolor ajeno a los medios de comunicaci­ón, por entender que el modo en que se explican las noticias contribuye a aumentar o disminuir nuestra sensación de angustia. Es la diferencia entre el rigor y el sensaciona­lismo amarillist­a.

El cansancio emocional que sufre la sociedad actual tiene muchas causas, entre ellas que hoy las cosas suceden tan rápidas que nos da miedo no poder controlarl­as y ello nos produce incertidum­bre y angustia. Si perdemos esa capacidad de reaccionar empáticame­nte ante el dolor ajeno, de ponernos en el lugar del otro, habremos dado un paso atrás como seres humanos y como sociedad.

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