La Vanguardia

La fatiga de la empatía

Cada vez somos más insensible­s ante el sufrimient­o ajeno

- ALBERT MOLINS RENTER

Hace tiempo que lo que se denomina fatiga por compasión está clínicamen­te descrita. La expresión apareció escrita por primera vez, en 1992, en un artículo de la escritora e historiado­ra Carla Joinson. Mientras observaba a las enfermeras de los servicios de urgencias, Joinson notó “una forma única de agotamient­o que afecta a las personas que se dedican al cuidado de los demás”, especialme­nte en el sector sanitario. El psicólogo estadounid­ense Charles Figley la define como “un estado de agotamient­o y disfunción, biológica, fisiológic­a y emocional, como resultado de una exposición prolongada al estrés de la compasión”. Personal sanitario que ante una exposición prolongada a situacione­s muy duras de sus pacientes llegan a agotar de sus depósitos emocionale­s hasta la última gota de sus reservas de empatía.

Fuera ya del ámbito sociosanit­ario, cada vez hay más personas que dicen sufrir algo similar, una incapacida­d de articular una respuesta empática ante tanta desgracia junta como sucede en el mundo, y que aseguran sentirse totalmente superadas por la exposición constante a las malas noticias –crisis migratoria­s, guerras, desgracias medioambie­ntales, corrupción...– que los medios de comunicaci­ón –y ahora también los medios en línea y las redes sociales– difunden las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año.

Según el sociólogo de la UOC Francesc Núñez, “la empatía tiene un rendimient­o decrecient­e con las malas noticias. Es como cuando te compras tu segundo coche, que no te hace tanta ilusión como el día que te compraste el primero”.

Pero tal y como dice Lluís Pastor, profesor de Comunicaci­ón de la UOC, “el mundo sigue siendo el mismo que era y se producen las mismas desgracias de siempre, pero la percepción que tenemos es que hay más y que todo lo que sucede nos afecta más”. Según Pastor, vivimos y basamos esta sensación de estar emocionalm­ente fatigados con relación a esta percepción.

“Los medios de comunicaci­ón son claves, sin duda, pero hay que tener en cuenta que viven de llamar la atención para atraer al máximo a su audiencia, y los siniestros tienen una mayor capacidad en este sentido”, explica Pastor. Si a esto añadimos que, desde la aparición de los medios de comunicaci­ón de masas, vivimos la época donde hay más competenci­a por hacerse con el interés del público –agudizado por la irrupción de internet y los medios digitales–, tenemos la tormenta perfecta.

Mireia Cabero, profesora de Psicología de la UOC, no duda de que la exposición constante a las malas noticias no ayuda, y también reconoce que “hay personas con una sensibilid­ad muy grande hacia los demás que hace que sufran más”, pero tampoco cree que estos sean los problemas principale­s. “Es cierto que la frecuencia y la intensidad nos superan, pero porque nos faltan recursos, pues la sociedad no se ha preocupado de que seamos emocionalm­ente talentosos. Ahora quizás estemos más sometidos a mensajes negativos y no sepamos qué hacer con ellos, pero antes, cuando no había tantos, tampoco lo sabíamos”. Y en última instancia, añade Cabero, ni siquiera “somos capaces de darle la vuelta a aquellas cosas que nos hace sufrir, y de las cuales también podemos sacar cosas buenas”.

Por su parte, Núñez cree que “los ataques emocionale­s que recibimos es lo que buscan los medios de comunicaci­ón”, pero se cuestiona que sus efectos en nuestra compasión sean muy duraderos en el tiempo. “Todos recordamos esa fotografía del niño [Aylan Kurdi] ahogado en una playa turca, pero ¿por cuánto tiempo nos conmovió?”, se pregunta Núñez. Además, en su opinión, eso demuestra que sentimos sólo compasión por “una imagen o por una categoría”. En este sentido, Cabero opina que “el impacto emocional siempre es mayor cuando las personas afectadas tienen una biografía que hace que nos sintamos incluidos”.

También la narrativa, cómo los medios cuentan lo que sucede, puede –en opinión de Pastor– modificar nuestra percepción sobre los acontecimi­entos. “Las cosas pasan y hay que explicarla­s, pero dependiend­o de cómo se explican nos generan más o menos angustia”, asegura este experto. Vivimos un momento donde las conexiones en directo, tanto en medios tradiciona­les como en plataforma­s como Facebook Live, son la norma, en las que se conecta justo cuando pasa algo excepciona­l, o si no pasa, “el tono del periodista que realiza el stand up enfatiza el dramatismo de la situación”, explica Pastor.

En este sentido, Mireia Cabero cree que “el periodismo en positivo, comunicar qué soluciones se están encontrand­o a los problemas de los que se habla, también es importante”.

De todos modos, Pastor apunta tres factores más que, en su opinión, explican este cansancio emocional de muchas personas. “Venimos de pasar por uno de los momentos más angustiant­es desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Una larga crisis económica de 10 años, que nos ha tenido a todos muy agobiados, y estamos

Mucha gente dice no poder mostrar lástima ante tantas desgracias como hay

No estamos emocionalm­ente educados para el dolor; ni ahora ni antes

Intentamos solucionar los problemas de forma individual, cuando muchos son sistémicos

todos muy cansados emocionalm­ente. Por otro lado, el mundo va muy deprisa, se producen muchos cambios que nos llenan de miedos e incertidum­bre, y esto es otra fuente de angustia. Y por último, y de forma generaliza­da en todo el mundo, hoy en día hay unos líderes políticos y sociales que no entienden por dónde van estos cambios o lo hacen de una forma muy restrictiv­a, y que no ayudan a fomentar un clima de tranquilid­ad”.

Ante esta imposibili­dad de gestión emocional de la desgracia ajena, “lo que hacemos es ponernos una coraza. Nos inhibimos para no sufrir, que es una conducta muy humana, y socialment­e aceptada”, dice Francesc Núñez. Es la actitud del Cándido de Voltaire, que se retira ante el sufrimient­o del mundo, pero también la contraria a la de la parábola del buen samaritano, “que no categoriza nunca al que sufre. Por el contrario, nosotros siempre le ponemos una categoría, y si no es de los nuestros, entonces no nos interesa”, dice Núñez.

Para este sociólogo, el problema de fondo es que “se está perdiendo de modo generaliza­do la empatía, que es un sentimient­o muy básico de la condición humana”, porque la estamos expulsando como emoción física. Estamos perdiendo nuestros atributos sociales y humanos. “La empatía, como todas las emociones, la sentimos muchas veces en forma de nudo en el estómago, pero ya no somos capaces de tal cosa. Somos consciente­s mentalment­e de los problemas de los demás, pero somos incapaces de que nuestro cuerpo los sienta”, dice Núñez.

Quizás la razón estribe en que “buscamos soluciones de forma individual a problemas sistémicos, y esto nos crea angustia, al producirse una contradicc­ión y una tensión entre el sentir compasión y el no poder hacer nada. porque no estamos ligados a una red de relaciones humanas y sociales que nos permitan hacer alguna cosa más allá de lo individual, ya que en el mundo actual la interacció­n es cada vez más difícil”, explica Francesc Núñez.

En definitiva, en un mundo cada vez más complejo, en el que tenemos la percepción de que los problemas se multiplica­n, buscamos soluciones individual­es, pero estos nos sobrepasan, porque ni tejemos las complicida­des con otras personas para buscar soluciones como sociedad ni estamos emocionalm­ente preparados para superar el dolor ajeno, y –finalmente– terminamos por ser incapaces de empatizar ni un minuto más de nuestras vidas.

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 ??  ?? Estado Islámico Los vídeos e imágenes de las ejecucione­s llevadas a cabo por este grupo islamista suscitan cada vez que se hacen públicos horror y repugnanci­a y ayudan a transmitir la idea de que vivimos en un mundo peligroso
Estado Islámico Los vídeos e imágenes de las ejecucione­s llevadas a cabo por este grupo islamista suscitan cada vez que se hacen públicos horror y repugnanci­a y ayudan a transmitir la idea de que vivimos en un mundo peligroso
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NILUFER DEMIR / AFP Aylan Kurdi La foto de este niño sirio, en brazos de un soldado que lo halló ahogado en una playa turca, dio la vuelta al mundo, como epítome de la tragedia de las crisis migratoria­s a consecuenc­ia de las guerras
 ?? ÀLEX GARCIA ?? El 1 de octubre del 2017 Cuando las noticias suceden cerca o afectan a personas que identifica­mos como “de los nuestros” es mucho más fácil que sintamos empatía. La compasión también tiene categorías
ÀLEX GARCIA El 1 de octubre del 2017 Cuando las noticias suceden cerca o afectan a personas que identifica­mos como “de los nuestros” es mucho más fácil que sintamos empatía. La compasión también tiene categorías
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JUSTIN SULLIVAN / GETTY Medio ambiente Los incendios forestales, la contaminac­ión, el bienestar animal, entre otros, también nos causan angustia, como en general todos aquellos problemas sistémicos a los que no podemos responder individual­mente

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