Aquel segundo que lo cambia todo
No será un día cualquiera. El próximo 17 de agosto, las emociones y los sentimientos aflorarán de nuevo. Y eso es bueno. “Recordar y compartir lo que pasó, homenajear a las víctimas, hablar de ello cuando haga falta... Es un día especial y no tenemos que hacer como si no lo fuera. Ni en un incidente a gran escala, ni tampoco en las desgracias cotidianas”. Son palabras de Anna Romeu, psicóloga especializada en trauma, duelo y emergencias que fue la coordinadora en funciones del Servei d’Emergències Mèdiques (SEM) el día de los atentados de Barcelona y Cambrils.
Según explica, fueron tres días de atenciones continuadas a personas para las que el 17-A ha supuesto un antes y un después en la vidas. Médicos, enfermeros y técnicos hicieron –además de atender a los heridos y trasladarles al hospital– tareas de contención emocional. Canalizaron ansiedades, estados de shock y enfados de los afectados. “Dimos información y pautas a la población. Explicamos qué había pasado y qué es lo que había que hacer. Eso tranquiliza. La falta de información genera descontrol”, precisa Romeu, que esos días estaba de suplente y se encontró por casualidad al mando del operativo, formado además de por sanitarios por una docena de psicólogos, entre Barcelona y Cambrils, las 24 horas.
Pese a todo, la normalidad ciudadana ganó la batalla. Se impuso la resiliencia. “Se activaron recursos sociales para ayudarse unos a otros. No se creó un trauma o estrés postraumático generalizado y rápidamente se instauró un clima de normalidad. Barcelona lo hizo muy bien. No surgió una gran alerta como para originarse un estado de asedio”, afirma.
Para ella, el lema “No tinc por”, que se adoptó, fue un gran acierto. “Porque significa que la vida sigue. Se abrirán las tiendas, la gente paseará por la Rambla y continuaremos hablando con personas de otros países aunque sean musulmanes”. agrega. De hecho, “recuperar la vida cotidiana” es la mejor herramienta para superar una situación de sufrimiento extremo como fue el atentado terrorista. “Con cosas pequeñas, sencillas. Ir a comprar o al cine, poner lavadoras...”, concreta. A título personal, en cambio, tener miedo es natural. “Es un instinto de supervivencia, que ha de poder sentirse y expresarse”, aclara.
Según las estadísticas, el 80% de las personas afectadas se recuperan de forma espontánea. Es lógico que haya reacciones como tristeza, rabia o insomnio. A medida que pasa el tiempo, bajan en intensidad y frecuencia. Si se incrementan y entran conductas fóbicas o
flashbacks, deben ser tratados por profesionales, quienes no están exentos de sufrir estas reacciones. “Aunque la experiencia es un grado, si están mal, los mismos colegas les atendemos y recordamos pautas para gestionar sus vivencias, emociones y sentimientos”.
La estabilidad emocional puede tardar seis meses en llegar. “No es olvidar, ni pensar en ello sin alterarse, sino que ya no nos afecta de forma tan invalidante y negativa. Si paramos nuestra vida, nos convertimos en víctimas de lo que pasó. Y eso no”. Y un último consejo: “La vida trae desgracias y no las podemos evitar. Extraer algo positivo ayuda a superar la adversidad”. Los cambios en creencias y valores se presentan después. “Das más importancia a lo que tienes y pones atención a cosas que dabas por supuestas. Hasta que te has visto en ciertas situaciones no te das cuenta de que todo puede terminarse en un segundo”.