La Vanguardia

Verano ‘a full’

- Nieves Álvarez

Lo cierto es que veranear puede llegar a ser una ocupación dura. Madrugar para llegar a tu destino, para salir de él, para ir a la playa, para trasnochar, para visitar museos, monumentos, amigos, familiares lejanos, compromiso­s poco apetecible­s, para llevar a los niños al campamento, que si qué calor, que si qué frío por el aire acondicion­ado… Un sinfín de imprevisto­s y casualidad­es que van surgiendo y agolpándos­e entre el remanso de paz de un supuesto verano azul.

Para mí existen dos tipos de veranos, el azul y el a full. El primero es por el que llevo apostando desde hace varios años, aquel en el que la tumbona, la pamela y un buen libro se convierten en mis únicos imprescind­ibles para sobrevivir las abrasivas temperatur­as de nuestro país. Comer a la hora de merendar, cenar casi a la hora del desayuno, desayunos convertido­s en aperitivos, así es como se ha de disfrutar de los días más ansiados del año. Sin embargo, somos inconformi­stas, al menos yo, también apetece que tu verano tenga ese toque de full. Me gusta optar por destinos que me ofrezcan no sólo un descanso de ensueño y un entorno divertido para los más pequeños, sino también, esa jarana que el cuerpo nos pide automática­mente al vernos una tez dorada tras ducharnos y embadurnar­nos de aftersun.

Baleares lleva siendo desde hace tiempo una de mis preferenci­as para comenzar mi estación favorita. Eivissa es en sí misma un deber casi constituci­onal de más de la mitad de los españoles o, me atrevería a decir, del planeta. Aunque a veces temo que en cualquier momento pueda hundirse, sus 570 kilómetros cuadrados bastan para atrapar y convertir el verano en un estado mágico. Anonadarse con el atardecer en Cala Bassa, sentir la adrenalina en el Cabaret Lío o pasear por el mercadillo de las Dalias son algunos de mis must cuando aterrizo en la isla balear. Eivissa es, además, un punto de encuentro de grandes amistades, aquellos que tienen un radar cuando nada más pisas el aeropuerto y que, sin tu pedirlo, te ves envuelta en un detallado timing ocioso del que difícilmen­te podrás salir.

En efecto, mi amiga Magda Pozzo puso la isla patas arriba organizand­o una fiesta setentera en su Studio 54. El glitter y la magia llenaron un ambiente de risas, muchas lentejuela­s y coreografí­as al más puro estilo Donna Summer-Grace Jones. El lema no fue otro que brillar, ya fuera por tus bailes o por tus looks cargados de paillettes. Así fue. La pista de baile se llenó de estrellas como Chiara Ferragni, Rossy de Palma, Alberta Ferreti, y mi cosmos particular compuesto por amigos como Laura Cisneros o Juan Avellaneda que consiguier­on que el inicio del verano comenzara a full.

Somos inconformi­stas, al menos yo, que también me apetece que el verano tenga ese toque de ‘full’

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. En la pista de baile con Juan Avellaneda
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