La Vanguardia

El ciclista de la mirada triste

ARMAND DE LAS CUEVAS (1968-2018) Ciclista francés que ganó la Dauphiné

- GUILLERMO G. BALLESCÁ

La Unión Nacional de Ciclistas de Francia anunció el pasado 3 de agosto la muerte de Armand De Las Cuevas, quien fue calificado por Le Monde “como el corredor francés con más potencial de su generación”. Se quitó la vida a los 50 años en su domicilio en la isla Reunión, donde residía desde hacía 10 años.

Originario de Troyes, ciudad de la Borgoña, era hijo de emigrantes españoles. Más tarde, la familia se mudó a Burdeos. Allí su padre le obligó a abandonar el boxeo, su gran pasión, para introducir­lo en el ciclismo. Como amateur, Armand no tardó en destacar, especialme­nte en las contrarrel­ojes. “Me diseñé un circuito y me cronometra­ba. Lo hice durante años”, explicó en el 2015 a la revista Pédale!

En 1988, su talento llegó a oídos de Francis Lafargue, hombre del Banesto en Francia, y el equipo, que entonces se llamaba Reynolds, lo fichó. En su primera época en el Banesto, de 1988 a 1993 , fue uno de los gregarios que ayudaron a Miguel Induráin a conseguir el Tour de 1992. Durante esos años consiguió sus dos primeros grandes hitos; en 1990 ganó una medalla de bronce en el Mundial de Japón y un año más tarde se proclamó campeón de Francia de ciclismo en ruta.

Sin embargo, sus rarezas –en los hoteles dormía con velas de incienso junto a su cama, que siempre tenía que estar orientada hacia el oeste– y su carácter apesadumbr­ado le llevaron a chocar con la disciplina del equipo. La ruptura se produjo en el Giro de Italia de 1993, en Sestriere, cuando anunció que se veía capaz de ganar la cronoescal­ada del día siguiente. Los directores le obligaron a guardar fuerzas pues la victoria de Induráin en el Giro estaba en juego. Esto no le sentó nada bien.

Abandonó el Banesto en busca de más libertad antes de que terminara 1993. Cyrille Guimard, director deportivo del Castronama, le reclutó para que fuera su líder. Cómodo en su nuevo rol, De las Cuevas vivió los años más prolíficos de su carrera. En 1994 ganó la contrarrel­oj del Giro y fue el portador de la maglia rosa durante una jornada. Durante la carrera, en Bolonia, expresó su alegría en esa nueva etapa profesiona­l. “He visto la luz”, dijo a los medios. Ese mismo año ganó también la Clásica de San Sebastian. Sin embargo, nunca consiguió destacar en el Tour. Su mejor actuación fue cuando acabó 62.º en 1995.

En 1997 volvió a Banesto tras un breve paso por el equipo Casino. Es en esta etapa cuando conoció el éxito por última vez. Fue en 1998 y ganó la Dauphiné, carrera que Lance Amstrong calificó como la “más bonita del mundo tras el Tour”.

En 1999 decidió retirarse del ciclismo, un deporte en el que afirmaba sentirse como un extraño. “Nunca encontré mi sitio en este entorno. No entiendo a la gente que me admira como se admira a un cantante”, dijo en su adiós.

Colgó la bicicleta y desempolvó los guantes. De las Cuevas recuperó su pasión adolescent­e por el boxeo. Participó en tres combates, ganó dos y perdió uno a los puntos.

En el 2006 se trasladó a Guadalupe y se sacó una licencia de ciclista amateur. Ese mismo año disputó la vuelta a la isla Mauricio contra un joven Chris Froome. El entonces keniano, que contaba 21 años, acabó arrebatánd­ole el triunfo. Sin embargo, su retorno se vio truncado cuando De Las Cuevas dio positivo

“No encontré mi sitio en este entorno; no entiendo a la gente que me admira como se admira a un cantante”

por heptaminol durante el campeonato de escaladore­s de la isla Reunión. La federación francesa le suspendió durante seis meses. Él siempre alegó que la sustancia provenía de un medicament­o que tomaba para tratar las varices.

De las Cuevas abandonó demasiado joven la vida y, según los que le conocían, sin haberse encontrado a sí mismo. Tal y como hizo en 1999 con el ciclismo profesiona­l.

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PASCAL PAVANI / AFP

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