La Vanguardia

“Estoy donde debía estar”

Orlando Ortega se repone de un año de altibajos con un bronce en los 110 m vallas

- SERGIO HEREDIA

En las últimas semanas, Orlando Ortega (27) insistía e insistía.

“No me basta con cualquier cosa, vengo a Berlín a por el oro”, decía cada vez que alguien iba a preguntarl­e algo.

Pero una cosa es la mente y la otra, el cuerpo.

A Orlando Ortega, el cuerpo llevaba un tiempo dándole avisos. Le había dejado tirado el año pasado, cuando se rompió los isquiotibi­ales y tampoco le funcionaba una rodilla, un lastre que le había retrasado en la final de los Mundiales, apenas séptimo, un gran paso para cualquiera pero una nimiedad para él, plata como había sido en los Juegos del 2016.

El cuerpo le había interrumpi­do entonces, y apenas le ha abierto una ventana en este 2018, un año que asumía como el de su redención y que, al fin, ha acabado abriéndole una reconforta­nte puertecill­a: fue bronce anoche.

–Y esto tampoco está tan mal –contaba luego, con la bandera del país al cuello, acaso resignado–. Al fin y al cabo, aquí en Berlín estábamos los que teníamos que estar, los tres tipos que hemos dominado la disciplina a lo largo de la temporada. Estoy donde debía estar. Toca hacer balance, pues. Orlando Ortega apenas se ha encontrado en las grandes reuniones de la Diamond League. Había registrado marcas discretas, pese a alguna punta de inspiració­n, como los 13s17 de Shanghai, hace ya meses, en mayo.

Y tampoco se encontró del todo ayer, en Berlín, donde venía “para ganar”, y donde se apropió del bronce, después de que se le cruzaran dos fenómenos, esos astros de los que se hablaba unas líneas más atrás.

Un francés de planta impecable, Pascal Martinot-Lagarde. Y Sergei Shubenkov, un ruso que no puede reconocers­e como tal, sino como ciudadano de la inexistent­e nación neutral, los Authorised Neutral Athletes (ANA), cuya bandera defiende desde hace dos años, desde que sir Sebastian Coe expulsó de sus competicio­nes al atletismo ruso, acusado de dopaje de Estado.

–Lo que sí queda claro es que queda Orlando Ortega para rato –acabó diciendo, antes de reunirse con Orlando Ortega sénior, su padre y su entrenador en las pistas del INEF, en Madrid, el hombre que había llegado a España un tiempo después de que lo hubiera hecho su hijo.

Toda esta historia viene del 2013. De los Mundiales de Moscú, de cuando Orlando Ortega representa­ba a Cuba y había salido por la puerta del hotel para no volver atrás. Ya nada más se había sabido de él sino que había desembarca­do en Guadalajar­a, dispuesto a adaptarse a la comunidad de atletas cubanos que allí vivía.

No se lo tomaron bien en La Habana, no iba a ser de otro modo. Recordaban a Orlando Ortega y veían a Dayron Robles, un fabuloso vallista de la década pasada. Creían que su escuela tenía futuro. Aquella fuga se lo complicaba.

–Yo tenía ahorros, todo lo que necesitaba. Simplement­e me fui –cuenta Orlando Ortega, cuyo padre llegaría a España un tiempo más tarde.

–¿Y el resto de la familia? –En Cuba sigue.

Juntos, en Guadalajar­a, padre e hijo reformular­on aquella alianza. Orlando Ortega, el padre, había formado parte de la escuela de vallistas de Cuba, con una misión en Trinidad y Tobago. Juntos se irían a Madrid.

Y allí se hicieron fuertes. De aquella alianza salió una plata en los Juegos de Río, de ellos hace dos años. Un éxito que elevaría su caché, que le confirmarí­a como una de las estrellas de la disciplina y que congratuló a los federativo­s españoles.

Del cielo, como si tal cosa, les había caído un tesoro.

Otra cosa había sido lo que vino luego. Los sinsabores del curso pasado, cuando el cuerpo no le respondía y las ocasiones se iban volando.

–Estamos cambiando cosas. Hemos pasado de siete a ocho pasos antes de la primera valla para corregir un problema físico que tiene Orlandito –contaba entonces su padre a La Vanguardia.

Cambios vanos, o eso parecía entonces, el verano pasado, cuando Ortega miraba de lejos a los otros, a Martinot-Lagarde y a Shubenkov.

Otra cosa es lo que fue a suceder anoche.

–Estoy orgulloso de lo que he hecho –dijo antes de irse.

RESIGNACIÓ­N

“Esto que he logrado no está nada mal; vuelvo a estar a la altura de los que dominan la prueba”

CURSO ACIAGO

Tras un 2017 complicado, repleto de lesiones, Ortega se resarció ayer, al acabar tras Martinot y Shubenkov

 ?? MATTHIAS HANGST / GETTY ?? Martinot-Lagarde, en el centro de la imagen, con Shubenkov a su derecha y Orlando Ortega a su izquierda, anoche en Berlín
MATTHIAS HANGST / GETTY Martinot-Lagarde, en el centro de la imagen, con Shubenkov a su derecha y Orlando Ortega a su izquierda, anoche en Berlín

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