Del caos a la resiliencia
Ayer Europa vivió la que se ha denominado la huelga de pilotos de Ryanair más grande de la historia, que dejó en tierra a más de 60.000 pasajeros. Hace unas semanas Vueling acumulaba retrasos por los problemas de los controladores aéreos de Marsella o por la mala meteorología y volvíamos a ver colas en los filtros de seguridad del El Prat. Parece que cada verano nuestras merecidas vacaciones están a la merced de una ruleta rusa.
Uno de los problemas de este mundo acelerado es que tendemos a apuntar a culpables de manera inmediata en busca de una solución rápidamente visible. Sin embargo, la realidad tiende a ser compleja y no se puede identificar a un único culpable. Lo que sí podemos augurar es que las dificultades que sufren los pasajeros a la hora de volar en los aeropuertos europeos no parece que vayan a desaparecer en los próximos años. La raíz del problema es sencilla: la demanda para viajar en avión crece a mayor velocidad que la capacidad en el sistema. Según Eurocontrol esto se traducirá en el 2035 en 1,9 millones de vuelos que no podrán ser acomodados por el sistema, en otras palabras, el 12% de la demanda no podrá ser satisfecha. Así pues, si la congestión es algo que sufrimos de manera palpable de vez en cuando, en menos de 20 años será la normalidad.
Uno de los mayores problemas de los sistemas congestionados, especialmente aquellos que funciocon nan en red y que dependen de muchos actores, es que cualquier afectación se traduce en un bloqueo que se propaga de manera casi exponencial por la red y que requiere de mucho tiempo para recuperar la normalidad. Es decir, son sistemas vulnerables y con baja resiliencia. En este sentido, en un estudio que publicamos recientemente, simulamos el cierre de los mayores aeropuertos europeos durante 24 horas y estimamos el impacto en los retrasos de los pasajeros. Heathrow, por su tamaño, sería el aeropuerto más pasajeros afectados, Gatwick el que tendría más problemas en recolocar pasajeros en nuevos vuelos y Barcelona el que tendría un mayor retraso medio por pasajero, con una media de llegada 1,25 días más tarde a su destino.
Esta nueva normalidad debería hacernos reflexionar sobre nuestra incesante demanda de vuelos, sobre los modelos empresariales en el sector y sobre la capacidad de los diferentes actores para pasar de las palabras a los hechos. Y sobre si el enfoque al problema empieza a considerar no sólo soluciones operacionales en los momentos de crisis, sino sobre todo visión estratégica que incluya planificación a largo plazo considerando la vulnerabilidad y resiliencia del sistema.