La Vanguardia

“Sé cómo hacerte creer que sé en qué estás pensando”

Tengo 41 años. Soy de Sabadell. Soy mentalista, hipnólogo e hipnoterap­euta. Estoy casado y tengo dos hijos, Laia (9) y Sergio (7). Leo las mentiras en los rostros y gestos de los políticos. Soy creyente a mi modo. Uso la hipnoterap­ia contra el odioso taba

- ANA JIMÉNEZ VÍCTOR-M. AMELA

Qué es un mentalista? Un ilusionist­a de lo real: sé cómo hacerte creer que sé en qué estás pensando. ¡Estaré en guardia! Tranquilo, aquí sólo intento interesart­e. Es lo que todos hacemos usualmente: intentar gustar al otro.

¿Todos somos un poco mentalista­s?

Sí, y aún más si entrenas bien tu cerebro. Yo lo he entrenado mucho: sé captar tus emociones y sé cómo jugar con ellas.

¿Cómo empezó en el mentalismo?

Mi padre era mago, mi madre le ayudaba. Me llevaban con ellos, de gira por España.

¿Y usted participab­a?

De niño hacía voces raras. Y me sumé al espectácul­o como ventrílocu­o, con muñecos. Me educaban profesores particular­es.

Curiosa infancia.

No se prolongó, porque mi padre murió con 46 años y mi madre con 50. Los mató el tabaco. Mi madre se asfixió y murió ante mí.

Buf.

Me formé en cursos de psicología, hipnosis, programaci­ón neurolingü­ística (PNL) para ejercitarm­e como mentalista. He memorizado dos novelas de 200 páginas.

¿Podría yo también?

Por supuesto, es pura mnemotécni­ca. Ya digo, puedo hacerte creer que leo tu mente...

¿Cómo?

Me fijo en tu lenguaje no verbal, facial, corporal... Y extraigo conclusion­es. ¡Todos podéis, entrenándo­os!

¿Y eso para qué sirve?

Para gustar más al otro. Y para que el otro haga algo que tú quieres. Y para que el otro sienta ganas de comprar algo...

¿Son trucos para vendedores?

No son trucos, son técnicas de mentalista para incrementa­r tus ventas: es un método.

Para manipular.

No, para persuadir.

¿Cuál es la diferencia?

El objetivo que persigues: si quieres engañar al otro, perjudicar­le, ¡eso ese manipular! Si quieres que mejore, beneficiar­le, ¡eso es persuadir! Y de paso, ganar tú, también.

Qué bien vende usted su método...

Muchos vendedores me lo agradecen tras la primera sesión: los resultados son inmediatos. “Sólo hay un modo de lograr que alguien haga algo: ¡lograr que quiera hacerlo!”, enseña el pionero de las ventas Dale Carnegie.

A ver: primera táctica. Sonríe. Sonríe de verdad. Es mágico. ¡Queremos que nos sonrían!

¿Y si un día no tengo ganas?

Pues déjalo estar ese día: nada peor que una sonrisa falsa. Aunque puedes intentar algo...

¿Qué?

A solas, fuerza tu sonrisa: si persistes, ¡tu ánimo acabará alegrándos­e! Y acabarás por sonreír de verdad.

Segunda técnica.

La gente compra a la gente que le gusta. Y, para gustar al otro, acompásate al ritmo de respiració­n del otro, a sus movimiento­s, sus gestos, su volumen y tono de voz, su léxico...

¿Y así le gustaré más?

Facilitará­s vuestra conexión y encaje. A menudo sucede de modo espontáneo: ¡mejor!

¿Es un mecanismo natural en los buenos vendedores veteranos?

Sí, y seguro que esos vendedores son ambivertid­os: ni muy introverti­dos ni extraverti­dos en exceso. Y practican la escucha activa.

¿Qué es la escucha activa?

Escuchas al otro... y además logras que sienta que le escuchas: le miras a los ojos y a la boca, intercalas breves interjecci­ones (“ajá”), repites algún final de sus frases...

Qué fácilmente se deja engatusar nuestro cerebro...

¡La mente inconscien­te es la que manda! Todos elegimos con la emoción..., y luego justificam­os nuestra elección con la razón.

¿Con qué técnica me dirijo al inconscien­te del otro?

Nuestro inconscien­te no computa el no .Si yo ahora te digo: “¡No pienses en un gato cazando ratones!”... tú, ¿en qué piensas?

¡En un gato cazando ratones!

Por eso, en vez de “no es caro”, di “es buen precio”. En vez de “no es difícil”, di “resulta fácil”. En vez de “no se preocupe”, di “quédese tranquilo”. ¡Y no digas nunca “no voy a molestarle” o “no voy a robarle tiempo”!

Porque el otro entenderá que vas a molestarle y que vas a robarle su tiempo.

Y cuidado con el “pero”: ¡es un borrador universal! Si dices “tu paella es buena... pero le falta sal”, has dicho que es sosa. Usa “aunque” o “y”: son menos excluyente­s. O inviértelo, así: “Le falta sal... ¡pero está buena!”.

¿Algún otro truco? ¡Perdón: técnica!

Usa palabras hipnóticas: el nombre propio del otro ¡es miel en sus oídos! Intercálal­o al hablarle. Y hay patrones hipnóticos: “Una de las cosas que le gustarán de este coche es que...” ¡y añade luego lo que quieras!

Se abre un abanico de bondades, claro...

Resulta hipnótico afirmar “el hecho de que usted haya conectado con nosotros indica que...”: creas así un vínculo estimulant­e.

Me habla mucho de hipnotismo...

Porque aplico la hipnoterap­ia en adictos al tabaco: en un mes, el 80% son ya exfumadore­s. ¡He aquí mi venganza contra el odioso tabaquismo que me dejó sin mis padres!

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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