Álvaro Martín
La disciplina recoge dos oros y una plata en una sola mañana en Berlín
Martín (24) se proclamó campeón de Europa de los 20 kilómetros marcha en el Europeo de Berlín. El éxito del pacense vino acompañado por el de Diego García, que se colgó la medalla de plata en una gran mañana para el equipo.
Hemos pasado un abanico de días hablando de los velocistas de nuestro país. Nos deteníamos en la hipotética regeneración del atletismo español. Que si la velocidad va a brillar y las pruebas tradicionales, las de los mediofondistas y los marchadores, vivían días de oscuridad. Y mira por dónde, al final los éxitos siguen llegando del lado de casi siempre: la marcha.
Dos oros y una plata recogió ayer la disciplina. Lo hizo en una sola mañana en Berlín, y nadie, ni lo más veteranos, acertaban a recordar un momento parecido. Se hicieron de oro Álvaro Martín (24) y María Pérez (22), cada uno en su carrera de los 20 km marcha, y al primero le acompañó en el podio Diego García (22), plata. Al unir sus éxitos al bronce de Julia Takacs en los 50 km, el martes, se elevaba a cuatro la cosecha de la marcha en estos Europeos.
–Seguimos siendo una potencia –decía Álvaro Martín.
Se trata de un tipo largo y afilado como un pararrayos. Uno que iba por ahí, bajo el chirimiri berlinés, celebrando su victoria. Levantaba el brazo y saludaba al público, y también a los técnicos, que le voceaban desde los boxes de avituallamiento.
Iba Martín tan feliz incluso a 500 metros de la meta: se veía preparado para unir su nombre al de otros campeones de la disciplina.
Cuánto mito hay en la marcha, se diría que una disciplina vintage .No hay quien se acabe el álbum de cromos. Tenemos a Josep Marín, en los años 80. O a Paquillo Fernández, éste campeón dos veces, antes de convertirse en un manchurrón para el deporte español, implicado como ha estado en la Operación Galgo, una macroinvestigación contra el dopaje que acabaría en poca cosa. O a Miguel Ángel López, compañero de entrenamientos de Martín en Navacerrada, un hombre que defendía su título del 2014, pero que ayer se despistaba en el km 14. Fue sexto, a medio minuto del podio.
Catorce medallas europeas le ha dado ya la marcha al atletismo español. Sólo el 1.500 luce a ese nivel. El 1.500 m de otro puñado de mitos: Abascal, Cacho, Viciosa, Reyes Estévez, Higuero, Nuria Fernández, Natalia Rodríguez, Casado... El 1.500, qué pena ahora: a Berlín, España solo se ha traído a un veinteañero, Adrián Ben (aparte de Marta Pérez y Esther Guerrero, que hoy disputan la final femenina).
–La marcha, siempre –tuiteaba el pájaro Rodríguez hace unos días. Y mientras tecleaba, Takacs se proyectaba hacia el podio. Siempre la marcha.
–Yo he aprendido mucho de Miguel Ángel López –contaba Martín.
Estaba hablando de su referente. Nos encontramos en un espacio para los mitómanos, se ha escrito ya.
La serie histórica de la marcha ha sido una secuencia constante. De
LOS CAMPEONES
Álvaro Martín y María Pérez controlaron sus carreras de 20 km, mientras Diego García acababa segundo
Llopart a Marín. Y de allí a Mari Cruz Díaz y Reyes Sobrino. Y a Plaza, Massana, María Vasco, Encarna Granados, Bragado (que aún anda), Paquillo, Miguel Ángel López...
–Miguel Ángel es un profesional de este deporte, y aún le queda mucho que decir en esto. He aprendido mucho de él, de su carácter metódico –concluía Álvaro Martín, buen tertuliano que acaba de licenciarse en Políticas, y que luego le ofreció el turno de palabra a María Pérez.
–Vaya una mañana rara hemos tenido hoy –contaba Pérez. Cierto: rara.
Su prueba se había retrasado dos horas. Circulaba por ahí un rumor. Se hablaba de una fuga de gas en alguna parte del recorrido. Berlín está sensible. Hace año y medio, un monstruo arrollaba el mercado navideño de la Breitscheidplatz, junto al circuito de la marcha. El camión, pilotado por un terrorista que sería abatido días más tarde, se cobró once vidas y dejó 56 heridos. El lugar se ha convertido en un santuario. Allí, de algún lugar, salía gas. Así que la Polizei paró la prueba por dos horas: hay fotos de bomberos hurgando por las alcantarillas. De manera que, al final, marcharon a la par, ellos y ellas, formando un complejo batiburrillo de competidores que se iban doblando a lo largo de un circuito de un kilómetro, desconcertando a los espectadores, que no sabían hacia dónde mirar.
–Una mañana bien rara –insistía María Pérez, aun así inconfundible ella en el circuito, pequeña, con el pelo corto y el espíritu decidido–. No sabíamos lo que estaba pasando, como cuando pasan cosas en los aeropuertos. No sabía si desayunar de nuevo o no. Si debía calentar más o menos. Yo he optado por mantenerme centrada en la prueba.