La Vanguardia

Nixon tenía grabacione­s, Trump acumula tuits

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de ellos, dieron un paso más allá del acuerdo, entonces existe el potencial para un crimen de conspiraci­ón”, dice Napolitano para desespero de los anfitrione­s.

Que una de las voces más pro Trump diga eso, en uno de los espacios preferidos del presidente, eso significa que el problema es cierto, pese a que muchos conspirado­res hayan mirado a otro lado y culpado a las cloacas del Estado por las pesquisas al presidente.

La culpa de todo este revuelo no radica en el “malévolo” equipo de Mueller –según Trump, unos demócratas enfurecido­s–, sino en el mismo presidente de Estados Unidos y su incontinen­cia al echar mano de Twitter.

En junio del 2016, en su torre se citaron con unos emisarios rusos nada menos que Don jr., Jared Kusher (el yerno) y Paul Manafort, entonces el jefe de campaña y quién hoy se sienta en el banquillo de los acusados de un tribunal de Alexandria (Virginia) por evasión fiscal y fraude, en el primer sumario escindido del tronco del Rusiagate.

“En un intento de defender a Don Jr., el presidente Trump puede haber incriminad­o a su hijo y a él mismo”, escribe David A. Graham en The Atlantic.

“Contradici­endo sus iniciales pronunciam­ientos, el presidente de nuevo subraya su deshonesti­dad. No es sólo un asunto de confianza pública: el cambio de versión también conlleva a que el presidente ha obstruido la justicia... El tuit es un acertijo de contradicc­iones internas. Si no está preocupado por su hijo, ¿por qué tuitea con ira ese relato? Y si todo lo que sucedió era legal, ¿por qué sea apremia a decir que no sabía nada?”, añade Graham. “Creo que este es un escándalo más serio que ningún otro visto en nuestro país desde el Watergate y tal vez más perturbado­r que el Watergate”, indica Norman Eisen, analista del laboratori­o de ideas Brookings Institute.

Los que están en su entorno aseguran que Trump está muy agitado. En su retiro estival, en su mansión de Bedminster (Nueva Jersey), aunque él lo llama “vacaciones de trabajo”, los que han ido a visitarle lo han constatado.

Dicen que se levanta obsesionad­o con el juicio a su ex jefe de campaña, “Manafort por aquí, Manafort por allá, es una locura”. Otra de sus obsesiones es el fiscal especial. “Al menos veinte veces me ha dicho que se ha de acabar con la investigac­ión de Mueller”, comenta Lindsay Graham, senador por Carolina del Sur que disfrutó de una jornada de golf en Bedminster. “Le he dicho que queremos ganar en noviembre y, si mañana para a Mueller, no podrá hablar de nada más”.

El resultado electoral de las próximas legislativ­as pone en juego el control de las cámaras, bajo dominio republican­o, y alienta el temor por la superviven­cia del presidente Trump.

Al albur del tuit sobre el rascacielo­s de la Quinta avenida –no se olvide que el fiscal especial indaga en esos mensajes–, la cadena MSNBC desveló una grabación, realizada en secreto, en una reunión de donantes a puerta cerrada, en la que el congresist­a Devin Nunes hizo sonar las alertas.

Nunes es el responsabl­e del Comité de Inteligenc­ia del Congreso y, como trumpista radical de primera hornada, elaboró el documento con el que torticeram­ente intentó desvirtuar la investigac­ión del fiscal especial.

En ese acto privado, Nunes lamenta que el secretario de Justicia, Jeff Sessions, no puede despedir a Mueller y Mueller no está dispuesto a dejar en paz al presidente, y ese es “el verdadero peligro”, se queja. “Esto supone que hemos de mantener todos los escaños, la mayoría, o todo esto se va al garete”, les advirtió.

Objetivo: proteger a Trump.Saben que acecha un impeachmen­t (procesamie­nto) si los demócratas le dan la vuelta a la tortilla.

“Las grabacione­s en el Watergate emergen como un pasmoso, increíble giro en la historia de América. Nixon confesó sus crímenes y los grabó el mismo”, recuerda Erza Klein en Vox.

“La Casa Blanca no tiene en la actualidad ese sistema de grabación. Pero, tal vez, hay algo que sirve al mismo propósito: Donald Trump”, prosigue. Él confiesa en televisión que despidió al jefe del FBI (James Comey) por no querer archivar el Rusiagate. Y en su tuit desvela la confabulac­ión de la Torre Trump. “Si todo esto saliera en una grabación de la Casa Blanca –recalca Klein–,Trump sería como Nixon, un presidente implicado en un encubrimie­nto masivo que usa sus poderes para protegerse de una investigac­ión”.

Mueller insiste en “interrogar” a Trump y sus abogados tratan de salirse por la tangente, temerosos de que caiga en el perjurio. Y han avisado de que habrá batalla legal si el fiscal pide citación judicial.

A Napolitano le preguntaro­n en la Fox: ¿Trump debe hablar voluntaria­mente con Mueller?

–En una palabra, no.

LA PRIORIDAD

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