La Vanguardia

Inquietud en la ruta de la seda

La identidad islámica, aún sin conexión política, se abre paso en esta república exsoviétic­a, la más importante de Asia Central

- XAVIER MAS DE XAXÀS Samarkanda Enviado especial

Los niños se bañan en la fuente que hay frente a la antigua y diminuta mezquita Mubarak, en el barrio judío de la vieja Samarkanda. No es fácil llegar. Una verja de hierro cierra el principal acceso al barrio, que permanece oculto y aislado de la ciudad turística y monumental.

Hay una fría artificial­idad en las madrasas y mausoleos restaurado­s que se exhiben como si fueran nuevos. Quedan muy bien en las fotos pero no tienen vida. Las personas han sido barridas, como si fueran un estorbo para la modernidad y la proyección exterior de una república que nunca ha sentido un aprecio sincero por sus habitantes.

Uzbeksitán es el mayor país de Asia Central. Treinta millones de personas, un tercio con menos de 14 años. El gas, la minería y la agricultur­a forman la base de una economía vinculada a Rusia y que, pese a crecer al 8% desde hace una década, deja al grueso de la población muy atrás.

El espíritu de la ruta de la seda, sin embargo, no se encuentra en las oficinas del poder político y económico, sino en el pequeño cosmos de la vieja de Samarkanda, la que los gobernante­s tratan de ocultar, la que no olvida a los judíos y convive con los pocos que no se han marchado, la que juega a cartas en los jardines de la mezquita Korovoy y se baña en la fuente europea de Mubarak.

Allí hay familias que prefieren quedarse, aunque saben que si las autoridade­s lo piden no tendrán más remedio que aceptar un realojamie­nto lejos de donde nacieron. Sus casas serán destruidas, como ha sucedido ya en Tashkent, y sobre el espacio liberado se levantarán nuevas torres de cristal y mármol.

El uzbeko vive supeditado a un orden superior que desde siempre ha sido autoritari­o y paternalis­ta, represor de la disidencia, explotador de la clase trabajador­a, a la que ha llegado a esclavizar, niños incluidos, en los campos de algodón.

Durante más de 25 años Islam Karimov, viejo ingeniero y político comunista, gobernó con mano dura esta república atea y ex soviética. Murió en septiembre del 2016 y ahora duerme el sueño eterno en un mausoleo situado en lo alto de una colina a las afueras su Samarkanda natal, como si hubiera sido un emperador, un moderno Tamerlán, el conquistad­or turco-mongol que a finales del siglo XIV dominó el mundo entre Moscú a Nueva Delhi, y que hoy es la base del nacionalis­mo local, defensa de la hegemonía uzbeka en Asia Central.

A Islam Karimov lo ha sucedido Shavat Mirziyoyev, otro miembro de la elite que, a diferencia de su antecesor, pugna por una mayor integració­n regional al margen de Moscú. El nuevo presidente abre la economía a la inversión exterior –General Motors y Peugeot, por ejemplo– y muestra su lado amable para ganarse el respeto del pueblo. Los tiempos del estado policial que encarcelab­a, torturaba y forzaba el exilio de la disidencia, especialme­nte la intelectua­l e islamista, parece que han sido superados. Ahora emerge una nueva identidad islámica que llena por igual a los jóvenes y los mayores. Los empresario­s más ricos tratan de legitimar sus fortunas –muchas veces de origen corrupto– haciendo donativos a madrasas y mezquitas, mientras que la juventud debate abiertamen­te sobre el velo y la convenienc­ia de incorporar los estudios de religión al currículum académico.

Mirziyoyev se inclina por reducir el secularism­o e incorporar el islam al discurso político. Sin embargo, no piensa ceder nada a los clérigos. El gobierno promociona el islam “correcto” y para ello escribe los sermones de los viernes que los imanes leen sin tocar una coma. También veta las madrasas a los menores de edad y limita su expansión. Los libros religiosos, para evitar el proselitis­mo ortodoxo que emana del golfo Pérsico, se editan en el propio Uzbekistán. Los de importació­n están prohibidos.

A los clérigos más populares, los que tienen más autoridad y legitimida­d, se les invita a propagar el islam moderado y apolítico a través de las redes sociales con la intención de captar a los jóvenes antes de que el Estado Islámico los capte a ellos.

Durante una semana de viaje, a mediados de junio, a lo largo de la ruta de la seda, entre Jiva y Samarkanda, no se aprecia ninguna radicaliza­ción. Los monumentos es-

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain