Del egoísmo a las selfies
La evacuación de un vuelo de Ryanair en Barcelona evidencia que no todo el mundo es consciente de lo que supone ser pasajero
La formación de los tripulantes de cabina de pasajeros, profesión que aún se conoce por su antiguo nombre de azafato o azafata es continua. Además de una serie de cursos sobre aspectos comerciales o de servicio a bordo que se programan a lo largo del año a criterio de las aerolíneas, cada 12 meses estos profesionales pasan obligatoriamente por un curso de refresco en el que se repasan todos los aspectos de seguridad, se realizan prácticas reales, simulaciones de emergencias y finalmente se examinan para renovar su certificación de tripulante.
En esos cursos se repasan también vídeos de algunas emergencias. A modo de entrenadores de fútbol con sus equipos, la persona que da instrucción al grupo que renueva su certificado analiza con ellos procedimientos, actuación de la tripulación, reacciones del pasaje, aciertos, errores y aspectos que pueden pulirse.
Aunque no fue especialmente grave, quizá en uno de los próximos cursos de cualquier aerolínea o también en las escuelas de formación se repasen con atención las imágenes que grabó en Barcelona uno de los pasajeros del vuelo 8841 de Ryanair el pasado 31 de julio. Cuando el avión estaba preparado para el retroceso e iniciar un corto vuelo hasta Ibiza, la batería externa de un teléfono empezó a arder y el avión fue evacuado.
Con mas intención de aparecer en redes sociales que de grabar el hecho excepcional, pues el pasajero aparece en plano varias veces a modo de comentarista irónico, puede verse como los pasajeros van lanzándose por la rampa delantera inflable del Boeing 737, mientras que por la trasera, también desplegada, no baja nadie durante el tiempo de grabación, un minuto en el que hay cierta sensación de descoordinación y sobre todo algo preocupante por partida doble: la falta de solidaridad entre los pasajeros y el egoísmo de algunos, que haciendo caso omiso a las instrucciones de seguridad aparecen en la puerta cargando con sus enseres, maletas incluidas para lanzarse luego por la rampa.
Los pasajeros atascados en este elemento de emergencia provoca que otros caigan por un lado, afortunadamente a poca altura, y hasta que no aparece un empleado de tierra que va ayudando a levantar a los pasajeros para despegar el tobogán no se ve prácticamente a ningún pasajero echando una mano en tierra para aligerar una evacuación que no tuvo más consecuencias que lo anecdótico, pues ni el fuego fue grave ni hubo heridos ni tampoco lesionados.
Lo que evidenció la situación fue que, además de cierto desbarajuste en la evacuación, muchos pasajeros ignoran las instrucciones de seguridad, dando por hecho que por estadística no va a pasar nada, aunque una emergencia es precisamente eso: algo que puede pasar en cualquier momento y para la que hay que estar prevenido y seguir unos procedimientos. De ahí la insistencia en repetirlas en cada vuelo.
Los tripulantes de cabina de pasajeros deben pasar cada 12 meses por un repaso de procedimientos