La Vanguardia

Seis horas secuestrad­a

Una vecina de Girona estuvo seis horas retenida en su coche, tras ser asaltada por dos delincuent­es que la trasladaro­n hasta Barcelona

- MAYKA NAVARRO

Marta lo cuenta como aquel que tiene buena memoria, viene de ver una película y reproduce las escenas con muchos detalles y precisión.

Esto no es ficción. Marta fue secuestrad­a el pasado 27 de julio por dos delincuent­es reincident­es de Girona que la retuvieron seis horas, arrodillad­a en la parte trasera de su vehículo y oculta bajo una montaña de ropa vieja. La asaltaron en el parking de su casa, cuando fue a buscar su coche para ir a trabajar. Se resistió, forcejeó y la golpearon salvaje- mente, hasta que la redujeron e introdujer­on por la fuerza en el coche. Las siguientes horas fueron un largo viaje con momentos delirantes en los que la víctima no sabía si aquellos hombres que no sabían conducir un automático, ni salir del parking, ni como ir a Barcelona, la matarían, la agredirían sexualment­e o la dejarían marchar al llegar a la Mina, como le habían prometido.

El lunes pasado los cuatro agentes de la Guardia Urbana de Barcelona que la rescataron, se reencontra­ron con ella por primera vez tras el secuestro. La visitaron en su piso de Girona. Le llevaron flores y a ella le costó separarse de aquellos cuatro policías, a los que colmó con agradecimi­entos, besos y abrazos.

Durante las seis horas que estuvo retenida, Marta permaneció encogida y de rodillas en el pequeño espacio que queda tras el asiento del conductor. Sentado a su lado estuvo todo el rato uno de ellos.

La mujer memorizó cada instante para el momento en que fuera liberada poder declarar con detalle, como así hizo después a los Mossos d’Esquadra. Sus secuestrad­ores le preguntaro­n si alguien le iba a echar de menos. ¿Su marido? Les dijo que la esperaban en el trabajo. Y le hicieron escribir en su móvil un mensaje a una compañera advirtiend­o de que llegaría tarde esa mañana.

Recordó como se detuvieron en un descampado, en el que después se localizaro­n sus gafas de sol. Después en un bar. Uno de ellos bajó a comprar cerveza, limonada y horchata. Como tardaba, el que se quedó con Marta le decía: “Pero tu crees que es normal que tarde tanto. Como no venga, nos vamos”. Y ella trataba de tranquiliz­arle explicando que tuviera paciencia que seguro que había más gente comprando.

Llegaron a Barcelona y se perdieron. En varias ocasiones, se detuvieron a preguntar cómo se iba a la Mina. Y fue en una de esas paradas, a la altura de la ronda del Litoral con Josep Pla, donde una patrulla de playas de la Guardia Urbana que en ese instante sancionaba a un conductor, observó al vehículo de Marta realizar una maniobra extraña. “Mera intuición”, asegura uno de los policías. El vehículo se tuvo que detener en un semáforo y el guardia urbano aprovechó para acercarse hasta la ventanilla del conductor.

Era evidente que algo fallaba. Un vehículo nuevo y automático conducido por un hombre con un jersey de manga larga en el verano más caluroso de la década, con una riñonera cruzada sobre el pecho que no dejaba de tocar, aspecto demacrado, y todo el interior del vehículo revuelto. “Manos al volante y las llaves”, le ordenó. El conductor trató de ganar tiempo y enseguida le amenazó con una jeringuill­a. A partir de aquí empezaron otros 30 minutos en los que los guardias fueron avanzando con prudencia para tratar de aclarar qué estaba pasando.

En seguida confirmaro­n que el coche estaba a nombre de una mujer de Girona. Los delincuent­es, sin salir del coche, les dijeron que se lo habían prestado. Localizaro­n al marido de la propietari­a, Daniel, que estaba trabajando en su casa. Alertado, el hombre comprobó que su mujer no había llegado al trabajo.

Los guardias se empezaron a preocupar. El coche era de una vecina de Girona que desde hacía cinco horas nadie sabía nada, y en el interior habían dos individuos que mentían y uno tenía restos de sangre en el jersey. Con contundenc­ia, primero logaron sacar y reducir al conductor. Faltaba el segundo que seguía sin moverse. Y Marta, en su interior, escuchando todo y pensando que si hacía algún movimiento el que seguía a su lado y que no había dejado de agarrarle la pierna, aún le podía hacer más daño. “Solo quería que abrieran esa puerta”.

Y la abrieron. Sacaron al hombre, apartaron la cubierta del salpicader­o con el que también ocultaban a Marta, y bajo la ropa la vieron. “Está aquí, está aquí”, gritó uno de los guardias. “Creímos que estaba muerta”, les confesaron el lunes. Pero cuando ella logró moverse y salir del coche, se abrazó a uno de ellos. Apenas podía tenerse en pie. Sus raptores le gritaban: “Marta, diles que íbamos contigo”.

A Marta le cuesta tragar por la fuerza con la que le agarraron del cuello. A a pesar de su aspecto frágil es valiente. No quiere tener miedo. Ha vuelto a su coche, pero tardará en conducir. “Sino es por ellos...”

Unos guardias urbanos de la unidad de playas hicieron parar el coche por intuición y liberaron a la mujer

 ?? PERE DURAN / NORD MEDIA ?? Los guardias urbanos Clara, Rai, Robert y Sergi se reencontra­ron esta semana con Marta en su casa de Girona
PERE DURAN / NORD MEDIA Los guardias urbanos Clara, Rai, Robert y Sergi se reencontra­ron esta semana con Marta en su casa de Girona

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