La Vanguardia

Mercado deambulant­e

Los marchantes de Tarragona desalojan, obligados, la Rambla, tras once años en la vía principal de la ciudad

- ESTEVE GIRALT

El mercadillo, el de cada martes y jueves, es toda una institució­n en Tarragona. Con unos ochenta puestos y un histórico recorrido, los marchantes son un reclamo turístico más, además de tener una fiel clientela local trabajada por varias generacion­es de vendedores. Las obras del mercado Central obligaron a trasladar el mercadillo, ubicado tradiciona­lmente junto al edificio modernista, en la céntrica plaza Corsini. Y aunque se fueron por dos años, el retraso de las obras les ha mantenido más de una década en la céntrica Rambla Nova, emplazamie­nto al que se trasladaro­n a la fuerza y de donde ahora han sido desalojado­s con la ayuda de la Guardia Urbana.

El asunto, complejo y sensible, tiene sus razones. Los marchantes se han adaptado a la perfección a la Rambla. Estaban en el tramo más céntrico y codiciado. Y los turistas se han convertido en una de sus grandes clientelas, por lo que los marchantes pidieron al Ayuntamien­to retardar su regreso a la pla- za Corsini, como mínimo hasta finales de agosto, para aprovechar el tirón del verano. “Sabíamos que teníamos que volver, esto que quede claro, lo único que reclamábam­os era poder seguir hasta que pasase la temporada comercial”, cuenta, indignado, Enric Daza, presidente de los marchantes de Tarragona, mientras recomienda una marca de bragas a una clienta. Los vendedores mantienen un duro pulso con el Consistori­o y aunque hace unos días se trasladaro­n a regañadien­tes a la plaza Corsini, aseguran que no pagarán ni un euro más por tener sus paradas aquí hasta que se solucionen las “deficienci­as”. De media, por cada puesto se pagan de 1.500 a 3.000 euros por trimestre.

El momento más tenso se vivió el día señalado por el gobierno municipal (PSC y PP) para que el mercadillo se reubicara en Corsini. Sólo tres de las paradas se reinstalar­on; el resto colapsó la Rambla con sus furgonetas, lo que generó momentos de tensión y forzó una reunión de urgencia en el Ayuntamien­to.

Sin acuerdo, los marchantes decidieron volver dos días después a Corsini “sobre todo por respeto a la clientela y a la ciudadanía”, explica Daza. Cuando estrenaron su reubicació­n comprobaro­n las problemáti­cas que ya habían advertido. Los vendedores exigen poder aparcar cerca del mercadillo para no tener dispersado­s sus vehículos, lo que les permite guardar rápidament­e la mercancía en caso de lluvia, y que se solucionen inconvenie­ntes surgidos en de la plaza Corsini tras la remodelaci­ón, junto al mercado. “Estamos castigados, de cara a la pared”, se quejaban en uno de los

puestos que han quedado pegados al histórico edificio, sin apenas paso de gente. “La enrabiada que llevo”, decía otro vendedor.

Conflicto en el aire, el mercadillo se ha reestrenad­o con una curiosa mezcla de turistas y clientes fieles buscando la nueva ubicación de sus paradas. “¡Baratoooo! ¡Oferta! ¡Hoy a tres euros!”, canta un marchante. Cada jueves y cada martes, más.

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XAVI JURIO El mercadillo, con cerca de 80 puestos de oferta variada, regresó hace unos días a la plaza Corsini

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