Mercado deambulante
Los marchantes de Tarragona desalojan, obligados, la Rambla, tras once años en la vía principal de la ciudad
El mercadillo, el de cada martes y jueves, es toda una institución en Tarragona. Con unos ochenta puestos y un histórico recorrido, los marchantes son un reclamo turístico más, además de tener una fiel clientela local trabajada por varias generaciones de vendedores. Las obras del mercado Central obligaron a trasladar el mercadillo, ubicado tradicionalmente junto al edificio modernista, en la céntrica plaza Corsini. Y aunque se fueron por dos años, el retraso de las obras les ha mantenido más de una década en la céntrica Rambla Nova, emplazamiento al que se trasladaron a la fuerza y de donde ahora han sido desalojados con la ayuda de la Guardia Urbana.
El asunto, complejo y sensible, tiene sus razones. Los marchantes se han adaptado a la perfección a la Rambla. Estaban en el tramo más céntrico y codiciado. Y los turistas se han convertido en una de sus grandes clientelas, por lo que los marchantes pidieron al Ayuntamiento retardar su regreso a la pla- za Corsini, como mínimo hasta finales de agosto, para aprovechar el tirón del verano. “Sabíamos que teníamos que volver, esto que quede claro, lo único que reclamábamos era poder seguir hasta que pasase la temporada comercial”, cuenta, indignado, Enric Daza, presidente de los marchantes de Tarragona, mientras recomienda una marca de bragas a una clienta. Los vendedores mantienen un duro pulso con el Consistorio y aunque hace unos días se trasladaron a regañadientes a la plaza Corsini, aseguran que no pagarán ni un euro más por tener sus paradas aquí hasta que se solucionen las “deficiencias”. De media, por cada puesto se pagan de 1.500 a 3.000 euros por trimestre.
El momento más tenso se vivió el día señalado por el gobierno municipal (PSC y PP) para que el mercadillo se reubicara en Corsini. Sólo tres de las paradas se reinstalaron; el resto colapsó la Rambla con sus furgonetas, lo que generó momentos de tensión y forzó una reunión de urgencia en el Ayuntamiento.
Sin acuerdo, los marchantes decidieron volver dos días después a Corsini “sobre todo por respeto a la clientela y a la ciudadanía”, explica Daza. Cuando estrenaron su reubicación comprobaron las problemáticas que ya habían advertido. Los vendedores exigen poder aparcar cerca del mercadillo para no tener dispersados sus vehículos, lo que les permite guardar rápidamente la mercancía en caso de lluvia, y que se solucionen inconvenientes surgidos en de la plaza Corsini tras la remodelación, junto al mercado. “Estamos castigados, de cara a la pared”, se quejaban en uno de los
puestos que han quedado pegados al histórico edificio, sin apenas paso de gente. “La enrabiada que llevo”, decía otro vendedor.
Conflicto en el aire, el mercadillo se ha reestrenado con una curiosa mezcla de turistas y clientes fieles buscando la nueva ubicación de sus paradas. “¡Baratoooo! ¡Oferta! ¡Hoy a tres euros!”, canta un marchante. Cada jueves y cada martes, más.