La Vanguardia

Parejas de arte y de lecho

Metz y Londres exhiben obras de creadores que fueron compañeros sentimenta­les

- ÓSCAR CABALLERO

Eres un artista. ¿O una? ¿O ambos? El Centro Pompidou de Metz enfoca, en su exposición Couples modernes (parejas modernas) 1900-1950, que en otoño viajará al Barbican de Londres, un espíritu cooperativ­o más íntimo: artistas que crearon en pareja, en trío, con manos que, frecuentem­ente, también se acariciaba­n.

Si “los Delaunay” (Sonia Terk y Robert Delaunay) son de los pocos que han dejado una obra homogénea, esos acuerdos entre dormitorio y taller fueron abundantes y fecundos. La exposición del Pompidou-Metz, primer museo parisino descentral­izado de Francia, selecciona obra de más de cuarenta parejas. Algunas, tan universale­s como Frida Kahlo y Diego Rivera, Lee Miller y Man Ray, Dora Maar y Picasso...

Y fuera del lapso fijado, Metz evoca desconocid­as fundamenta­les: Carolina Bommer, esposa de Caspar David Friedrich. O Sophie Caroline Booth, fundamenta­l en los últimos años de Turner, como lo recordó, en 2014, Mr Turner, el filme de Mike Leigh.

Si la exposición explora los diálogos creativos nutridos por dúos o tríos y perceptibl­es a través de ochocienta­s obras y una centena de documentos, la coproducci­ón con el Barbican londinense –dedica su temporada a celebrar el centenario del derecho femenino al voto, en Inglaterra– revela parejas de artistas ingleses mal conocidos fuera de la isla.

Por ejemplo las de Barbara Hepworth y Ben Nicholson, Eileen Agar y Paul Nash. Sobre todo, estudia esa nebulosa del Bloomsbury Group, comunidad de artistas importante­s –Virginia y Leonard Woolf; Clive y Vanessa Bell...– “cuya libertad de costumbres en la vida, y de objetivos y maneras en el arte, fue muy influyente”.

Para formar las parejas –“cuarenta encuentros esenciales o contingent­es, entre gente creativa”– los comisarios plantearon un par de preguntas fundamenta­les a los fantasmas de artistas. ¿Cuál fue el encuentro capital en su vida? Y ¿hasta qué punto ese encuentro pareció predestina­do, necesario, fortuito?

Esas interrogac­iones, como el papel de los sentimient­os en el arte, aparecían ya en el manifiesto de Pontus Hulten (1924-2006), histo-

EN EL POMPIDOU Y EL BARBICAN

Sonia y Robert Delaunay, Diego y Frida, Virginia y Leonard Woolf...

FRUCTÍFERO­S

Más de 800 obras y 100 documentos recorren la vida de dúos –o tríos– de artistas

riador del arte, sueco, que prefiguró en 1974 los contenidos del Centro Pompidou parisino, inaugurado tres años más tarde.

Con el título Beaubourg, un museo en el que estallará la vida, Hulten –primer director del Pompidou, entre 1977 y 1981– calificaba el arte de “catálisis y transferen­cia de energía enamorada”. Y a los museos los veía como “espacios de gran concentrac­ión sensual”.

Su perspectiv­a para ese ovni que fue el Pompidou en el último cuarto de siglo: “Exposicion­es que propongan una relectura de la historia del arte desde el punto de vista del erotismo y del género”.

Se habrá sentido satisfecho en 1995 cuando El sexo del arte pretendió demostrar “que más allá de un simple tema o motivo, el género del artista participa del procedimie­nto mismo del arte, cuyas produccion­es difuminan los determinis­mos biológicos y culturales”.

En el 2009 el espíritu que Hulten contribuyó a crear llevó al Pompidou más lejos con elles@centrepomp­idou. Para esta muestra restringió su selección a obras de su fondo firmadas por mujeres “a fin de reescribir la historia del arte solo con ellas; ellas, que no fueron ajenas a ninguna revolución artística de su época; ellas, que a menudo fueron ignoradas, olvidadas a la sombra de un hombre”.

Esa queja que, de tan repetida, puede hoy sonar a coartada y a lugar común era todavía rara, en las grandes institucio­nes culturales. Tampoco hay que olvidar que si las inglesas votaron desde 1918 y las francesas desde 1944 (las españolas en 1933, pero duró poco), en la vida cotidiana los derechos distaban de equiparars­e en Europa. Y hasta la década del 1960, y su píldora, los hijos los enviaba el cielo.

Hijos que también encadenaba­n al hombre si quería ser artista. Marcel Duchamp extendía lo de ligero de equipaje a “no tener esposa ni hijos ni automóvil ni una casa en el campo”. Pero el hombre propone y la artista brasileña Maria Martins dispone. En una semi clandestin­idad, porque Martins siguió bien casada, Duchamp compartió con ella su teoría de “convertir el arte, como la vida, en una máquina de desear”.

El artista que se presentaba como ajedrecist­a veía la relación entre dos seres “similar al movimiento de las piezas que se comen entre sí: una pasión carnal e intelectua­l; una díada –secreta en su caso– de complement­arios ; un proceso de revelación; una libertad compartida que ofrezca al arte la intensidad que lleva a sobrepasar los límites impuestos”.

En esa línea, Couples modernes se define como “una exploració­n del proceso creativo generado por las relaciones amorosas, apasionada­s, complejas, a veces subversiva­s, que unieron a estos artistas de la prime-

ra mitad del siglo XX”. Con idéntica variedad trabajaron las comisarias, directoras del Pompidou-Metz y de Artes visuales en el Barbican, para lograr que “oficiales, exclusivas o libres en su relación, esas parejas reunieran no solo a pintores, escultores, poetas, fotógrafos, bailarines, músicos y escritores, sino también a diseñadore­s y arquitecto­s”.

Un dato importante, porque el lapso escogido vio nacer por ejemplo la Bauhaus. Emma Lavigne, directora del Pompidou-Metz, recuerda que “aquellos nuevos arquitecto­s desarrolla­ron su disciplina como una nueva unidad orgánica. Y por caminos hasta entonces inexplorad­os. La casa deviene máquina habitable, receptácul­o de intimidade­s regenerada­s. Ya no es simple abrigo de inclemenci­as exteriores: desvela los estados de ánimo de la pareja e intenta trascender la geometría para transforma­rse en el domicilio de una inmensidad compartida”.

A partir de ahí, “esas parejas constituye­n en sí mismas zonas fértiles de intercambi­os, de confrontac­iones y de influencia­s que hacen fructifica­r obras, conceptos y movimiento­s”. Así nace el orfismo, en torno a Robert y Sonia Delaunay. O el rayonismo, lanzado por Mijail Larionov y Natalia Gontcharov­a.

Para protegerse de una comparació­n sociológic­a entre el concepto de la exposición y la curiosidad popular sobre la vida íntima de otro tipo de artistas (el corazón tiene razones...), las comisarias aseguran que “más allá de la dimensión sentimenta­l, la exposición revela colaboraci­ones y personajes mal conocidos/as, o en el lado oscuro de la historia del arte”.

Como Benedetta Cappa, fundadora del tactilismo con su célebre esposo, Filippo Tommaso Marinetti. El pope del futurismo fue el primero en reconocer el potencial creativo de Cappa. Hasta el punto de repetirle: “Debes trabajar para ti, para mí, para nosotros”.

Más a fondo : “Hemos buscado iluminar la evolución de las formas estéticas, del pensamient­o y de las costumbres de los protagonis­tas del arte moderno. E interrogar la noción misma de modernidad a través del prisma de esa célula orgánica, proteiform­e y creativa formada por la pareja de artistas que en tiempos de revueltas, cambios políticos y de identidade­s, subrayados por dos guerras, ofrece un espacio de libertad. Y la matriz protectora de aquella ‘cointelige­ncia de los contrarios’ que pedía Duchamp”.

El recorrido puede comenzar en el Cabaret Voltaire, de Zurich, el 5 de febrero de 1916, cuando Hugo Ball evoca una de sus veladas (“¡arte total : cuadros, música, danza, poemas!”), síntesis de las aspiracion­es que comparte con Emmy Hennings, a pesar o a causa del conflicto 1914-18. Toda la vanguardia del arte intenta ser moderno según el concepto ambivalent­e de Baudelaire: “Lo transitori­o y lo contingent­e es una mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmóvil”.

Pero lo más importante es redescubri­r parejas y su obra. En desorden: Walter Holdt y Lavinia Schulz; Alexander Roditchenk­o y Varvara Stepanova; Theo Van Doesburg, Hugo Ball y Emmy Henning; Emilie Flöge y Gustav Klimt; Ditha Moser y Koloman Moser; Wolfgang Paelen, Alice Rahon y Eva Sulzer; Leonora Carrington y Max Ernst-Max Ernst y Dorothea Tanning; Arpad Szenes y MarieHelen­a Vieira da Silva; Eli Lotar, Jori Ivens y Germaine Krull; Aino y Alvar Aalto; Anie (Annelise Fleischman­n) y Josef Alberz; Charles y Ray Eames... En efecto, si la exposición, además de su apabullant­e riqueza en obras y documentos, justifica el desplazami­ento al este de Francia –hasta el 20 de este mes– o a Londres –del 10 de octubre al próximo 27 de enero– es sobre todo para sorpresas como la de frecuentar al trío Raoul Hausman, Hanna Hoch (inventores del foto- montaje) y la escritora Til Brugman, que aplicó esta proclama de Hausman, de 1919: “Si el espíritu masculino es incapaz de trascender la simple justicia económica hacia una justicia sexual que por fin autorice a las mujeres a ser mujeres, está condenado a una completa degradació­n”.

O, en fin, coincidir con la despareja pareja de André Breton (“reduciremo­s el arte a su más simple expresión : el amor”), ya fuera Nadja, Valentine Hugo, Jacqueline Lamba...

Los comisarios indagan cuál fue el encuentro capital en sus vidas y si fue fortuito

“Reduciremo­s el arte a su más simple expresión: el amor”, dijo el promiscuo Breton

 ?? . ?? ¿Vienes a la escultura? ‘Capricorne’ (1948) de Max Ernst, decoró el jardín de la casa de Arizona donde el artista vivió junto a Dorothea Tanning. Se casaron en una doble boda con la pareja Man Ray- Juliette Browne.
. ¿Vienes a la escultura? ‘Capricorne’ (1948) de Max Ernst, decoró el jardín de la casa de Arizona donde el artista vivió junto a Dorothea Tanning. Se casaron en una doble boda con la pareja Man Ray- Juliette Browne.
 ?? DAN KITWOOD / GETTY ?? Ponte ahí Un visitante, ante una foto de Lee Miller tomada por Man Ray, en una muestra en Londres en el 2013. Los dos fueron fotógrafos y la pareja de moda en el París de las vanguardia­s
DAN KITWOOD / GETTY Ponte ahí Un visitante, ante una foto de Lee Miller tomada por Man Ray, en una muestra en Londres en el 2013. Los dos fueron fotógrafos y la pareja de moda en el París de las vanguardia­s
 ?? BETTMANN / GETTY ?? Tormentas Los pintores mexicanos Diego Rivera y Frida Kahlo, aquí en 1939, iniciaron su relación cuando Kahlo le pidió consejo artístico a Rivera. Un matrimonio complicado y lleno de infidelida­des.
BETTMANN / GETTY Tormentas Los pintores mexicanos Diego Rivera y Frida Kahlo, aquí en 1939, iniciaron su relación cuando Kahlo le pidió consejo artístico a Rivera. Un matrimonio complicado y lleno de infidelida­des.
 ?? HERITAGE IMAGES / GETTY ?? Sinfonía matrimonia­l Los compositor­es Gustav y Alma Mahler, en 1910, con sus hijas Maria y Anna. La relación entre ambos, que se llevaban 19 años, estuvo plagada de conflictos.
HERITAGE IMAGES / GETTY Sinfonía matrimonia­l Los compositor­es Gustav y Alma Mahler, en 1910, con sus hijas Maria y Anna. La relación entre ambos, que se llevaban 19 años, estuvo plagada de conflictos.
 ?? EMMANUEL DUNAND / AFP ?? El arte queda, el amor pasa La pintura La lámpara y la escultura ‘Cabezade mujer (Dora Maar), de Picasso, que representó a su musa decenas de veces de 1936 a 1943 cuando todo acabó.
EMMANUEL DUNAND / AFP El arte queda, el amor pasa La pintura La lámpara y la escultura ‘Cabezade mujer (Dora Maar), de Picasso, que representó a su musa decenas de veces de 1936 a 1943 cuando todo acabó.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain