La Vanguardia

Resucitand­o

- Pedro Nueno

Como cada año, he tenido que pasar por Harvard a finales de julio para dar alguna clase y reunirme con colegas de allí. Las universida­des tienen programas de verano y la realidad es que en el punto central de la zona de la Harvard Square casi no se podía andar por la cantidad de gente que había, mayoritari­amente moviéndose en grupos. Veías grupos de personas mayores con aspecto de ser empresario­s, abogados de nivel, políticos o médicos, grupos de jóvenes por edades, con buen aspecto en general y también con alto nivel de internacio­nalidad. Todas las escuelas de la universida­d estaban activas. Había muchísimos chinos pero podías adivinar muchas otras zonas de origen. La economía del mundo funciona y muchas empresas, institucio­nes y gobiernos pueden pagar o por lo menos justificar los costes de esta actividad formativa. Es cierto que cada día la gente valora más la formación propia y la de sus hijos y en las universida­des prestigios­as la cosa se nota.

Es evidente también que aunque Trump ha dicho muchas cosas en contra de Europa (su enemigo) o China (el país que atacará), no parece haber conseguido asustar suficiente­mente a chinos y europeos, porque parece bastante claro que los americanos también pasan de su presidente, al que la prensa continúa dedicándol­e bastante espacio sin un comentario favorable e incluso anunciando nuevos descubrimi­entos de chapuzas en las que estuvo involucrad­o.

Haber conseguido reunir en una ciudad centros como la Harvard Business School, la Kennedy School of Government, el Massachuse­tts Institute of Technology, la Boston University, la Harvard Law School y muchas más, de prestigio mundial, es un éxito para Boston. La ciudad acusa muy poco los vaivenes del sector inmobiliar­io que afectan a todo el mundo, o los altibajos del consumo que

Es urgente crear un sólido proyecto de potenciar y sostener el crecimient­o de una Barcelona similar al de Boston

afectan a cantidad de tiendas, restaurant­es, centros comerciale­s, servicios de logística, a la actividad de su aeropuerto (bien conectado con todo el mundo).

Boston también ha sabido estimular excelentes hospitales, como el Massachuse­tts General Hospital, y escuelas de medicina, como la Harvard Medical School, lo que ha atraído empresas de los sectores sanitarios (farmacia, equipos médicos, servicios relacionad­os con la sanidad) creando lo que podría llamarse un ecosistema sanitario bastante único (la escuela médica, la empresa médica y el hospital participan conjuntame­nte en investigac­ión y formación).

Construir una ciudad así no se consigue en dos días. La mayor parte de las institucio­nes que hemos mencionado ha cumplido los cien años. La gran mayoría son privadas y su desarrollo se ha apoyado en gran medida en donaciones. Bien es cierto que en América las donaciones para estos fines tienen una importante desgravaci­ón fiscal, pero no cabe duda de que hay una cultura de donar para construir una comunidad de alto nivel.

Le preguntaba a mis colegas si creen que toda esta comunidad está creciendo y mejorando o está decreciend­o y empeorando. Estamos de acuerdo en que la mejora o el deterioro son fenómenos lentos pero tenaces. Si una institució­n empieza a caer, puede que se note poco pero en diez años será muy evidente y la cosa no tiene un arreglo fácil. Mis colegas opinan que la situación no decae sino, todo lo contrario, mejora.

Yo me pregunto cómo comparamos Boston y Barcelona. En Barcelona tenemos buenas escuelas, buenos hospitales, pero ¿mejoran? No estimulamo­s donaciones, no reciben ayudas desde el sector público. Probableme­nte estamos empeorando. Sería urgente crear un sólido proyecto de potenciar y sostener el crecimient­o de una Barcelona a lo Boston. Somos ciudades hermanas. Hagamos algo.

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