Un Wagner cómico
Bayreuth acoge nuevamente la representación de Die Meistersinger von Nürnberg, la única ópera cómica de Wagner, con una escenificación que arranca en Wahnfried –la residencia de Wagner– y que se transforma en la sala de los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial.
Die Meistersinger von Nürnberg
Intérpretes: Michael Volle, Emily Magee, Klaus Florian Vogt, Johannes Martin Kränzle, Günther Groissböck, etcètera.
Directores: Philippe Jordan (orquesta), Barrie Kosky (escena)
Lugar y fecha: Festspielhaus de Bayreuth (11/VIII/2018) Compleja y discutible ideológicamente hablando, Die Meistersinger von Nürnberg es la única ópera cómica de Wagner y también la única encarnada en un tiempo histórico concreto. Que un director de escena judío y no alemán como Barrie Kosky se enfrente a ella es un reto y un signo de los tiempos, que cambian y que permiten revisitar obras tan polémicas como la que nos ocupa.
Estrenado el año pasado en Bayreuth, el espectáculo se ubica en un espacio que arranca en Wahnfried –la residencia de Wagner– y que se transforma en la sala de los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial. Y los personajes protagonistas son el mismo Wagner/Scahs/Walther, su segunda esposa, Cosima/Eva, y el director judío Herrmann Levi/Beckmesser. Lectura lúcida y muy interesante, por lo tanto, dirigida con pulcritud y detallismo por Kosky. Un juicio a Wagner en toda regla en un enclave tan emblemático como Bayreuth. Ahí es nada.
Philippe Jordan aborda la partitura desde el detallismo y el preciosismo, con lentitud y con pausas estratégicas, extrayendo un sonido ocasionalmente hipnótico del foso invisible del Festspielhaus, con magistral respuesta de orquesta y también –en el escenario– del coro.
El equipo vocal ha sido sólido y competente, prácticamente idéntico al del año pasado: memorable Sachs de Michael Volle, de graves rotundos y agudos brillantes y bien atacados; conciso y bien trabajado Beckmesser de Johannes Martin Kränzle y sobresaliente el Pogner de Günther Groissböck. El Walther de Klaus Florian Vogt tiende a decolorar el sonido, como es habitual en el tenor alemán, esta vez no siempre feliz en los pasajes destinados a una parte tan compleja; la Eva de Emily Magee se vio carente de personalidad, a pesar de la musicalidad probada de la soprano norteamericana. Y muy solvente el David de Daniel Behle en el contexto de un espectáculo unánimamente aplaudido y vitoreado por el siempre exigente público de Bayreuth.
Que el director de escena sea judío y no alemán es un reto y un signo de los tiempos