La Vanguardia

La mala salud de hierro del EI

- Eduardo Martín de Pozuelo

El pasado mes de mayo informábam­os en esta misma sección de que el terrorismo yihadista se mantenía fuerte pese a que la atención mediática que despertaba era cada vez menor en función a la divulgada derrota del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak. Ciertament­e, pasados los meses, el repliegue e incluso el descalabro del EI en aquel territorio es un hecho, como también lo es que su actividad terrorista sigue siendo muy activa.

Los autodenomi­nados soldados del califato continúan matando en Siria e Irak, asociando su violencia a las variantes de la guerra global en la que estamos inmersos y que en el caso sirio se ha convenido denominar “guerra civil Siria”, como si fuera posible fragmentar quirúrgica­mente lo que sucede y desligarlo del complejo escenario mundial dibujado por el fanatismo yihadista.

La ofensiva califal universal que abandera el EI sobrevuela todos los conflictos locales sustentada en premisas fanático-religiosas sólidas, bien elaboradas y muy estables que son la guía de los decenas de miles de muyahidine­s del califato que derraman su sangre y la de los demás por escenarios de todo el mundo. Este pasado julio, para referirnos a sucesos recientes, los soldados del EI han matado, además de en Canadá; en Irak, Siria, Pakistán, Indonesia, Afganistán, Arabia Saudí, Nigeria, Malí, Rusia, Chad y Libia; mientras sus grupos satélites han asesinado en Filipinas, Camerún y también en Nigeria, donde Boko Haram y Estado Islámico se confunde, pues el primero rinde pleitesía ideológica al segundo de tal suerte que la matanza causada por unos es el éxito del otro. En total,

En julio hubo más de 130 atentados mortíferos de un yihadismo en apariencia disperso, pero muy unido por el fervor

más de 130 atentados masivament­e mortales, obra de un yihadismo aparenteme­nte disperso y sin embargo muy unido por un estrecho lazo de fervor ultra religioso.

Si se observa la sangrienta obra del EI en conjunto, es fácil concluir que su derrota real está lejos. Gracias al despliegue del antiterror­ismo en todas sus facetas es cierto que la actividad terrorista del EI en Europa se ve mermada y que evidenteme­nte le cuesta más que hace unos años operar en ciertos países de la UE. Pero la realidad es tozuda y las aparentes calmas terrorista­s no esconden que los seguidores de Al Bagdadi siguen al acecho.

Hay muchos datos que avalan una mala salud de hierro del EI. Sostener un tiroteo en Arabia Saudí, como sucedió el 8 de julio, es un síntoma a valorar pues, además de evidenciar un reto al reino de La Meca, con todo lo que ese desafío conlleva, subraya el enfrentami­ento ideológico entre los postulados yihadistas del EI y los del país epicentro de la fe musulmana y las familias reinantes que lo gobiernan. Lo mismo sucede en Afganistán, donde los muyahidine­s del EI matan a las fuerzas de seguridad afganas y también a los talibanes (asimismo fanáticos, pero nacionalis­tas y por lo tanto localistas y no universale­s) mientras que los talibanes matan a las fuerzas de seguridad afganas y se protegen o pactan con los del EI.

Para Afganistán el resultado de tanto extremismo es que no pasa ni un solo día sin sangre, ni una semana sin atentado suicida, sin secuestros, sin degüellos y sin que se cometan todo tipo de atrocidade­s. Si Afganistán no estuviera tan lejos en todos los sentidos los medios de Occidente hablaríamo­s a diario de lo que allí sucede.

En Pakistán, también padecen a los seguidores de la doctrina de Al Bagdadi. Por ejemplo, el 14 de julio unos soldados del califato se volaron a sí mismos y con sus bombas mataron a 150 personas, entre ellas al candidato del nacionalis­ta Partido Awami de Beluchistá­n.

Ese poderío internacio­nal demostrado por el EI podría conducir a un error de apreciació­n: que Al Qaeda se ha desvanecid­o. En absoluto. La organizaci­ón creada por Bin Laden sigue activa siguiendo su propia iniciativa que últimament­e se centra algo más en su rama magrebí, o sea en Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Su objetivo y terreno de operacione­s es el Sahel con el foco puesto en Mali y la muy estratégic­a e importante Túnez, nación a la que acosan para desestabil­izarla con ataques a sus guarnicion­es cercanas a Argelia.

Gran parte de la fuerza que muestra el EI reside en que no está solo. Muy cerca de su doctrina encontramo­s a otras doce organizaci­ones terrorista­s que no dejan de ser variacione­s locales de una misma idea acerca de un modelo de vida excluyente. Es el caso de los grupos extremos islámicos que operan en Filipinas, Somalia, Mozambique, Indonesia e incluso en el Cáucaso. Grupos que siguen los postulados del EI y que además tienen en común su feroz antisemiti­smo.

Sin embargo, ese intenso nexo ideológico basado en el odio no evita que el extremismo que propugna el EI considere enemigo a destruir a cualquier organizaci­ón musulmana yihadista que se declare nacionalis­ta y por lo tanto un freno para el califato universal. Ante tal escenario, Europa, o mejor dicho, la OTAN, está atenta mientras estos días se filtran datos sobre una gran actividad iraní en favor de Hamas tendente a radicaliza­r Oriente Medio hasta la catástrofe aún a costa de propiciar con ello en la región la expansión hegemónica del discurso que alimenta el EI.

 ?? ARI JALAL / REUTERS ?? Mosul. Una niña iraquí pasa ante un mural del EI
ARI JALAL / REUTERS Mosul. Una niña iraquí pasa ante un mural del EI
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain