La Vanguardia

El ilustre fantasma

- Mcamps@lavanguard­ia.es

No soy partidario de blanquear el diccionari­o. En artículos anteriores he defendido que una cosa son las buenas formas y otra el significad­o de las palabras, sobre todo en sus sentidos figurados e incluso despectivo­s. Un diccionari­o no es ningún libro sagrado; es una herramient­a que sirve para entender una lengua, y no debe ser políticame­nte correcto ni se ha de guiar por criterios morales. Las personas sí, los diccionari­os no.

Por lo tanto, no es criticable ni censurable que el diccionari­o diga que un negro es una “persona que trabaja anónimamen­te para lucimiento y provecho de otro, especialme­nte en trabajos literarios” (acepción 17, sin matices, y es cierto que alguno podría haber). En cambio, sí lo puede ser que yo mismo, en una entrevista que hice en julio al padre Josep Massot, utilice el sustantivo negro con este sentido. Una lectora me avisó por Twitter y, de entrada, mi reacción fue de rechazo; sin embargo, cuando vi su foto, lo entendí y me supo mal.

Este sentido figurado es una transposic­ión de la acepción de esclavo (indefectib­lemente asociada a la población que ahora llaman afroameric­ana). El catalán, el castellano y el francés comparten palabra y significad­o, aunque en la lengua vecina empieza a ser frecuente decir prête-plume (prestador de la pluma) o écrivain fantôme (escritor fantasma).

Justamente el escritor fantasma, calcado del inglés ghostwrite­r , es la expresión que ahora mismo ya se usa en otras lenguas, traducida o directamen­te en inglés. En alemán han optado por el escritor por encargo (Auftragssc­hreiber), y en italiano por el escritor en la sombra (escrittore ombra).

Aunque ahora se estilan más los títulos universita­rios regalados, en un tiempo no muy lejano algunos personajes tuvieron problemas con su escritor en la sombra. Sin ir más lejos, Ana Rosa Quintana –firme candidata a una medalla de honor de Barcelona el próximo año– vivió unos días convulsos cuando se demostró que su libro no lo había escrito ella.

En definitiva, pienso que como hablantes quizás podríamos ir arrinconan­do la palabra negro con este sentido, y optar por otra solución, más que nada porque nuestra sociedad cada vez es más variopinta en lo que se refiere a los colores de la piel. Hay un camino fácil, que es el del inglés (escritor fantasma, o sólo fantasma); está la opción descriptiv­a (escritor por encargo, escritor en la sombra), y aún se podría encontrar una solución más creativa, pero aquí sería necesario que apareciera el genio del idioma.

Amí fantasma me gusta, y no ofende a nadie: “Aquella autora tan fantasma resulta que tenía un fantasma”.

Dice el diccionari­o que un negro es alguien que escribe para otro que se presentará como autor

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Magí Camps

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