La Vanguardia

“De mayor seré un ‘swat’ de Barcelona ”

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Ha sido Iván quien decidió qué fotografía debía ilustrar esta página. Cualquiera le lleva la contraria a un niño que tiene a sus once años la seguridad de saber que de mayor sólo quiere ser una cosa, un swat de Barcelona, guardia urbano.

La imagen ayuda a explicar mejor la historia de Iván. Aquel jueves 17 de agosto andaba por la Rambla con su hermana Daniela, su madre Yolanda y la abuela Carmen. Acababan de salir de la Boqueria y estaban en el tramo central del paseo cuando aquella furgoneta empezó a descender sembrando el terror a su paso. Iván iba adelantado y su madre le agarró de la camiseta y tiró de su hijo hacía ella, arrancándo­lo de las garras de la muerte. El vehículo le pasó rozando.

Salieron de allí. Y los cuatro unidos se refugiaron en una tienda junto a otra decena de personas. Una mujer lloraba. Cargaba a un bebé y a un niño, y en la estampida había perdido a su marido y a su otra hija. Mientras Yolanda ayudaba a la señora a localizar al hombre por teléfono, Iván se ocupó del bebé, al mismo tiempo que controlaba a su hermana pequeña, a la que desde aquel día no soporta perder de vista. Al cabo de unas horas, quizás muchas o igual fueron pocas, la persiana del refugio se abrió. El casco blanco de Carlos, agente de la Unidad de Suport Policial de la Guardia Urbana, fue lo primero que vieron los ojos de Iván, que gritó: “Mamá, un swat”. El niño asegura que aquel policía le miró y le eligió responsabl­e del grupo. “Me dijo que a partir de ese momento cuidara de todos. Que cada vez que regresara le contara lo que necesitába­mos”. Para Iván, aquel policía pasó a ser sus swats, las unidades de élite que hay en algunas fuerzas de seguridad.

El sargento Iban se unió a Carlos en el desalojo de la familia, fuera de la zona de riesgo, y entonces el pequeño quiso antes de despedirse que su madre le hiciera una foto con aquellos guardias urbanos.

Las consecuenc­ias de haber estado allí aquel fatídico día, en aquel momento, no tardaron en hacerse notar. Iván no hablaba. Se quedó mudo y sólo articuló palabra para pedir a su madre que le ayudara a encontrar a los swats que le habían protegido, quería conocerles y regalarles un poema que les había escrito y dedicado.

Su madre colgó aquella primera foto de los tres en Facebook y a las pocas horas apareciero­n, primero Iban y después Carlos. El lunes, cuatro días después de los atentados, Iván y su familia viajaron de su pueblo, en Campdevàno­l, hasta la comisaría de la Zona Franca de la Guardia Urbana, sede la unidad a la que están inscritos los dos policías municipale­s. El pequeño se emocionó. Y ellos mucho más con su gesto. Le regalaron una camiseta y dos gorras, la de cada uno. “Les pregunté si me podían acompañar a la Rambla a encender una vela”. Y lo hicieron en una furgoneta de la policía municipal.

Desde entonces, Iván junto a Iban y Carlos comparten un grupo de WhatsApp en el que el pequeño les cuenta cosas mucho antes de que las sepan sus padres. ¿Qué son ellos para ti? “Dos personas muy importante­s en mi vida”, dice. No hace mucho, en un encuentro de Ada Colau con víctimas de los atentados, Iván pidió la palabra para contar que él de mayor sería guardia urbano de Barcelona para ayudar a la gente. Antes de devolver el micrófono se dirigió a la alcaldesa y le pidió por favor que un día fuera al lugar en el que trabajan sus amigos –“no se pierda, ni se equivoque, ellos están en la Zona Franca”– para que los felicitara.

Iván buscó tras los atentados a los dos guardias urbanos que le ayudaron en la Rambla

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ARCHIVO Iván con Carlos e Iban el día que volvieron a la Rambla
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Mayka Navarro

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