La Vanguardia

El eslabón débil de la Alianza Atlántica

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La guerra de Siria lleva siete años abriendo brechas en la relación entre Turquía y EE.UU. Los turcos –y Erdogan ha vuelto a insistir– están muy irritados por el apoyo logístico y militar que Washington ha prestado a las milicias kurdas de Siria, que funcionan como una rama del PKK (organizaci­ón kurda calificada de terrorista por el propio Gobierno estadounid­ense) y que han conquistad­o en estos años la mayor parte del territorio del norte de Siria fronterizo con Turquía, lo que ha obligado a levantar un muro de más de 900 kilómetros. Del otro lado, y tal como salió a relucir, una vez más, en la cumbre de la OTAN el pasado julio en Bruselas, la Alianza considera injustific­able que Turquía compre misiles S-400 a Rusia. La versión oficial de Ankara dice que nadie salvo los rusos han ofrecido a Turquía reforzar su defensa antiaérea a mejor precio y que para eso está el libre mercado. Hay que recordar que Turquía tiene a disposició­n de la OTAN la base aérea de Incirlik, una de las más importante­s de la Alianza y que sirvió para lanzar ataques contra el Estado Islámico en Siria, por ejemplo. En julio del 2016, tras el intento de golpe de Estado, medios turcos acusaron a oficiales estadounid­enses en la base de haber dado respaldo –de un modo u otro– a militares golpistas de la fuerza aérea cuyos aviones despegaron de esta base.

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